El otoño, perezoso este año, por fin llega a Madrid y con él el color herrumbroso a las hojas de los grandes plátanos de las avenidas en el centro de la capital. Como por mágico contagio, muy cerca de la plaza de Cibeles, el mismo o parecido color inundará durante tres meses la sala Goya del Círculo de Bellas Artes tiznada por el destello de la obra del escultor y poeta del hierro, el grancanario Martín Chirino, 15 de cuyas piezas escultóricas de distintas etapas de su larga trayectoria artística se presentarán en una muestra hasta el próximo mes de febrero. Se trata de una gran iniciativa que supone el regreso del gran escultor canario al emblemático centro

cultural capitalino, del que él mismo fue director entre los años 1982 y 1992, en plena efervescencia cultural de la Villa y Corte en los inicios democráticos, pero con la que también dice adiós a este tipo de eventos pues será su última exposición temporal.

La exposición se plantea como un homenaje/reconocimiento al que se considera uno de los grandes artistas contemporáneos españoles, que hunde sus raíces estéticas e intelectuales en el despertar de una generación de creadores que confluyeron en el grupo denominado El Paso a finales de los años 50 del siglo XX, pero sobre todo que ha mostrado durante más de medio siglo pasión y compromiso a partes iguales por su trabajo y por una ética de lo público también en el mundo de la creación. Con 88 años cumplidos, Martín Chirino se niega a abandonar su dinámica y se muestra tan activo y laborioso como le permiten los años y la salud, pegado aún todo lo que puede a su taller de forja en Valyunque, su casa en la localidad madrileña de Morata de Tajuña, y siempre en permanente contacto con sus colaboradores más cercanos, el también canario Rafael Monagas y ocasionalmente el forjador rumano Daniel Pop para la producción de obras; y Jesús Castaño en la organización del trabajo de despacho y agenda del artista, algunas de cuyas obras pueden verse en los más prestigiosos museos de arte contemporáneo de todo el mundo.

La invitación del Círculo de Bellas Artes llevó a Martín Chirino a reconsiderar su decisión de no hacer más exposiciones temporales. El alto valor simbólico y sentimental del centro estuvo en este caso por encima de su convicción profunda de que el tiempo de las muestras había pasado. Además, él quiere convertir esta en un homenaje al equipo que le ayudó a dirigir el Círculo en aquellos años de "pasión por la cultura en este país" y con el que se lo arrebataba a la élite de la burguesía más casposa de lo que aún

quedaba del régimen franquista en Madrid para acercarlo a la sociedad con una gestión democrática y una actividad adecuada a los nuevos tiempos. Pero el ´poeta del hierro´ concibe el evento también como una oportunidad para presentar la base de la que pretende ser la colección que se quedará como depósito en el Castillo de la Luz, en Las Palmas de Gran Canaria, si finalmente cristaliza la creación de la Fundación Martín Chirino que el artista y sus herederos negocian con el actual equipo de gobierno del Ayuntamiento capitalino. "Este equipo de gobierno parece que tiene voluntad de llevar a cabo el proyecto. El Castillo de la Luz está entregado, la inauguración está prevista para junio del 2014, pero todavía no hay nada firmado", afirma Jesús Castaño, uno de los colaboradores de Chirino. "Estamos trabajando aún en los Estatutos. Nos estamos asegurando de que haya una garantía de continuidad de programación y de actividad, que está por encima de coyunturas políticas", resalta.

El montaje

Pero ahora, en los días previos a la inauguración de la exposición del Círculo, el día 30 de este mes, el escultor grancanario, Premio Nacional de Artes Plásticas en 1980, Medalla de Oro de Bellas Artes en 1985 y Premio Canarias de Artes Plásticas, se entrega en cuerpo y alma a la organización y montaje de la muestra, supervisando la colocación de las obras, dando instrucciones a sus colaboradores y a los operarios de la grúa sobre el espacio que cada una de ellas debe ocupar en la sala Goya, la más emblemática del Círculo, mientras alguna cámara de televisión toma imágenes para un próximo documental y su hija Marta observa el trajinar del momento. "Nada queda al azar, todo tiene su porqué", asegura la hija del escultor. "Esta exposición es algo muy especial para mi padre. Le ha hecho mucha ilusión la propuesta del Círculo porque estaba concebida como un homenaje a quien fue su primer director en democracia. Sólo eso le ha llevado a romper su decisión de no volver a hacer ninguna otra exposición temporal", afirma Marta Chirino.

El espacio donde va la muestra está dominado por la mayor de las esculturas expuestas, un homenaje a El Quijote al que el artista ha dado el título de Gigantes que no molinos..., realizada en 2005 y que como todas las demás, excepto una, forman parte de la colección del propio autor, algunas de ellas recuperadas por él en subastas tras haber pertenecido a colecciones privadas. De las quince piezas expuestas en el CBA, cuatro son inéditas, nunca mostradas al público: dos ´gritos´ o "reflexiones sobre el Guernica de Picasso", que el autor titula Momentos I y II, esculturas forjadas en 2008 para las que el autor ha recuperado bocetos

hechos por él hace muchos años; dos ´afrocanes´ de bronce y realizados en 2012; y un ´viento´, su famosa espiral, de plomo sobre papel que el artista ha acabado muy recientemente en su taller.

Un hermoso Viento solano forjado en enero 2008 pero modificado en octubre de 2010 se deja ver junto a una de las paredes de la sala y desde allí se divisa el resto de la muestra: primero la Cabeza de Greta Garbo II, una Crónica del siglo XX de 1984 y única que pertenece a una colección privada; luego otra de la misma serie titulada Retrato de Dama, del año 2000 pero retocada recientemente en el taller y una de las favoritas de Marta Chirino junto a los ´gritos´ del Guernica; en la misma zona se divisan un Viento de 1968, una de las más antiguas, y un Paisaje del 2010. La otra mitad de la sala presenta dos obras de la serie Mi patria es una roca (la III y la IV), ambas de tamaño medio y concluidas en el 2006; un hermoso Homenaje Serie Marinetti (XV) de pequeño tamaño y del 2010; y colgado del techo en una de las esquinas la pieza más antigua de la muestra, la segunda de las Herramientas poéticas e inútiles que Chirino inició en la década de los años cincuenta, en este caso fechada en 1956/57 pero restaurada en mayo de 2011. Los dos ´gritos´ antes mencionados flaquean la entrada a una sala más pequeña en la que se exponen tres de las piezas inéditas: el Viento de plomo sobre papel, la única expuesta sobre pared; y los dos ´afrocanes´ de bronce.

Iconografía clásica

"En toda la muestra prima la iconografía más clásica de Martín Chirino", explica Jesús Castaño. En efecto, la espiral y las lineas de viento marcan algunas de las obras expuestas, entre las que destacan las dos de mayor tamaño, el Viento solano y el Homenaje a El Quijote, que incorporan los dos conceptos estéticos básicos de la obra de Chirino y dando al hierro un aire de liviandad que contrasta con la densidad y el peso del material. El ´marinetti´ y el ´paisaje´ también remiten a esa idea de búsqueda de horizontes suaves y líneas aéreas, mientras que los dos ´gritos´ reflexivos sobre el Guernica remiten no tanto a imágenes del mítico cuadro de Picasso ("No voy a hacerme cubista", declaró en una ocasión Chirino), como a ideas o aproximaciones éticas al drama que representa. "Fue el momento en que todos los artistas estábamos sensibilizados en España por el cuadro de Picasso y su significado y el malagueño nos marca la pauta. El Guernica se convierte en todo un símbolo, en toda una alegoría sobre un momento determinado de la Historia, porque el artista es un hombre que debe vivir su tiempo y vibrar y sentir con él, no puede encerrarse en su torre de marfil", reflexiona el escultor canario.

Martín Chirino from Miguel G. Morales on Vimeo.