Nunca tuvo el donaire, ni las dotes grandilocuentes de los artistas desatados y arrebatadores. Tal vez por eso y por su enorme timidez, el escultor lanzaroteño Pancho Lasso no alcanzó en vida el reconocimiento y la fama que mereció su obra.

César Manrique, en su libro Escrito en el fuego, al hablar de su relación con Lasso dice: “Volví a encontrarme con él en Madrid, cuando yo estudiaba en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando. Nos veíamos sobre todo los domingos por la tarde, y nuestras charlas se prolongaban en matizaciones sobre problemas de arte…y sobre Lanzarote. Ahora me tocaba a mí alentar

a Pancho para que saliera de su mutismo, para que luchara hasta mostrar sus originales trabajos…en Madrid no encontró la libertad que pensaba, primero por una falta total de cultura del pueblo para aceptar un arte de vanguardia y por unas determinadas características de su timidez y su introvertida personalidad que le inducía a encerrarse en su propio mundo”. Sin embargo, Francisco Lasso Morales, casi como su isla, árida y seca, supo luchar contra la adversidad y

salir a flote, convertido para muchos en una pieza clave del surrealismo español, además del gran maestro de artes y oficios cuya estela aún siguen muchos alumnos desde la Escuela que lleva su nombre.

Pancho Lasso había nacido en Arrecife el 14 de mayo de 1904 en el seno de una familia humilde y de artesanos, su padre había sido un modesto zapatero. Su infancia transcurre entre las calles que desembocan en el Charco de San Ginés y Puerto Naos, donde descubre la labor de los carpinteros de ribera. Debido a la complicada situación familiar, siendo un adolescente, aprende el oficio de peluquero, una actividad que desempeñó varias veces para afrontar sus problemas económicos.

Durante esos años, la isla vive marcada por la dura sequía y también por la emigración, la población se ve obligada a trasladarse en busca de mejores destinos. Arrecife cuenta en el censo oficial con 3.764 habitantes. En la agricultura comienza a introducirse el cultivo del tabaco, que se presenta como una alternativa frente a otros productos que se exportan y resultan más perecederos, como son los tomates, las cebollas y las batatas. Mientras tanto, en la ciudad se inician las obras del muelle nuevo, previa visita, en 1906, de Alfonso XIII. Esta infraestructura permitirá el atraque de los correíllos. Uno de los hechos más singulares de esos años llega con la instalación, sólo en Arrecife, del alumbrado público, eso sí, únicamente a determinadas horas. Unos operarios se encargarán, cada noche, de apagar la luz, de la que no se dispondrá de forma permanente hasta la década de los 60. Y el 4 de abril de 1913, a propuesta del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes se crea la Escuela de Artes y Oficios de Lanzarote. Este decreto hizo posible el comienzo de una escuela que, sin tregua, a excepción de los años de la guerra civil española, ha ofrecido una destacada labor educativa sobre todo entre la población menos adinerada de la isla.

Alumno y profesor

La escuela comenzó con un claustro formado por seis profesores, un escribiente de secretaría, dos ordenanzas, 500 pesetas para material de oficina y 2.000 pesetas para material de enseñanza. Estos docentes impartirían Dibujo Lineal, Dibujo Artístico, Historia del Arte, Modelado y Vaciado, Aritmética, Geometría y Elementos de Construcción, Elementos de Mecánica, Física y Química, Gramática Castellana y Caligrafía. Su primer director fue el médico José Molina Orosa, al que se le debe el gran empeño que puso en la creación de estas enseñanzas, para erradicar el analfabetismo.

Con 14 años, Francisco Lasso ingresa en la Escuela de Artes y Oficios de Arrecife. Sus primeras obras escultóricas las realiza en arcilla y escayola. Dos años más tarde, fallece su padre y debe hacerse cargo de su familia. En 1925, comienza a impartir clases de Anatomía, Modelado, Grabado en Hueco y Dibujo como profesor de la Escuela.

Produce sus primeras obras, que son expuestas en Arrecife en el estudio fotográfico de su cuñado Aquiles Heitz. Sin duda, el francés será una de las personalidades más relevantes y que de forma más decidida le dan su apoyo para que siga creciendo como escultor. Aquiles Heitz representó una bocanada de aire fresco en la vida de los Lasso, de hecho su trabajo como fotógrafo y amante del cine también supuso una pequeña revolución en aquel Arrecife atrasado, pobre y aburrido.

Un hecho curioso y que provoca un gran alboroto casi en toda la isla tiene lugar con la llegada en febrero de 1926 del aviador Ramón Franco, que perseguía su aventura de llegar en avión hasta Buenos Aires. En una escala

técnica aterriza en el puerto de Arrecife y después continúa su viaje. Ese acontecimiento será plasmado por Pancho Lasso, quien realizo un busto del aviador en escayola. También por su cuñado, Aquiles Heinz, que se encarga de fotografiar el acto para la posteridad.

Gracias a una beca concedida por el Cabildo de Lanzarote, Pancho Lasso consigue matricularse como alumno libre en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando en Madrid. Allí compagina su formación artística con pequeños trabajos con los que aliviar su precaria situación económica, entre ellos vuelve a ejercer como peluquero.

Su estancia en Madrid supone una oportunidad para hacer aquello que más le gusta, aprender y ver la obra de los más grandes, por eso no cesa en sus reiteradas visitas a los museos de la capital y también acude a las tertulias del Café de Oriente, donde entra en contacto con los intelectuales y artistas del momento. Sobre todo le impacta la obra de Alberto Sánchez, con el que formará parte de la denominada Escuela de Vallecas. Su trayectoria avanza desde la figuración tradicional hacia las tendencias y formas que impulsan los movimientos vanguardistas. Se interesa por las formas cubistas, a base de planos geométricos, así como la utilización de materiales como la madera y el hormigón. De esa época habría que citar piezas como Muchacha de pie (1927), Vieja y niña (1927) y Monumento al mar (1929).

Durante la Guerra Civil toma partido por el bando republicano, pues con anterioridad ya había mostraba su inclinación hacia el partido comunista. Finalizada la contienda, retorna a Lanzarote huyendo del hambre y de las persecuciones, aunque ya se había forjado en Madrid en determinados círculos una carrera prestigiosa como escultor y vanguardista. En 1941 recibe el encargo de realizar una serie de esculturas funerarias para Arrecife y San Bartolomé. Ese mismo año nace su hija Rosalía, de su unión con Clara Berkin. Durante esa etapa expone parte de su obra en el Cabildo de Lanzarote, también realizará una muestra en el Museo de Arte Moderno de Madrid y participará en eventos como la I Bienal Hispanoamericana de Arte. Y una vez más decide volver a la Península,

en un intento de recuperar su lugar dentro del mundo del arte y las vanguardias.

Pero no siempre podrá dedicarse a sus trabajos como artista, y tendrá que compaginar su tarea de escultor con otros quehaceres más mundanos y comerciales. En 1945 coincide con César Manrique en Madrid. Pancho Lasso se muestra retraído, incapaz tal vez de seguir escalando posiciones y de mostrar su obra en las escasas galerías que había entonces en la capital. Aunque se llevan 15 años, César se muestra como el profesor que alienta al alumno, en lugar de lo que siempre fueron, el maestro con el que el joven Manrique empezó a hablar sobre arte.

Durante un largo periodo cesa en su actividad artística hasta los años 60, en la que reaparece cuando empieza a trabajar como medallista. Su vinculación con este medio lo lleva a participar en la Federación Internacional del Arte de la Medalla en Roma, Francia y La Haya. Su trabajo terminará por estar presente en las exposiciones más interesantes de Arte Surrealista Español. En 1973, a los 67 años, fallece Pancho Lasso en Madrid. Ese mismo año se realiza una exposición con toda su obra en los salones del Arrecife Gran Hotel, como homenaje de su ciudad. También se le recuerda con una importante muestra de su obra en el Centro Cultural de Móstoles en Madrid.

En el curso académico 1986-1987, y a instancias del entonces director del centro, Santiago Alemán, se propone poner el nombre de Pancho Lasso a la Escuela de Artes y Oficios de Arrecife. La Fundación César Manrique organiza una completa exposición dedicada a Pancho Lasso. Y hace dos años, el Cabildo homenajea al gran maestro, incluyendo la reproducción de la escultura A la Internacional o a la Música, colocada en La Marina de Arrecife.