Estos días estamos asistiendo, en plena campaña electoral, a la más insostenible de las competiciones para perpetrar rebajas fiscales. Sin pararse un minuto a considerar que la disminución de ingresos públicos lleva, por definición, a la degradación de los gastos y servicios sociales fundamentales. Precisamente aquellos que cohesionan a una sociedad, más necesarios que nunca si estamos en periodo de vacas flacas.

Hemos de anotar que a esta batalla que mantenían los dos grandes partidos se acaba de incorporar con entusiasmo Nueva Canarias proponiendo una irresponsable disminución lineal de hasta el 20 % del IRPF para los ciudadanos canarios.

Y, al grito de "quién da más", acaba de aparecer el ministro Caldera que, como alguien había dicho por estos días que el PSOE no tenía en su programa ninguna medida específica para Canarias, salta y dice que eso no es verdad. Que tienen varias, la más importante "hacer posible esa vieja aspiración de algunos empresarios isleños de poder emplear en África los fondos acumulados libres de impuestos con cargo a la RIC".

Y mi hombre se quedó más contento que el demonio. Seguro que agradeciendo a sus "asesores" canarios que le permitieran adelantar por lo menos en diez cuerpos a sus contrincantes electorales.

Lo primero a subrayar es que esa propuesta sale de aquí mismito, del PSC-PSOE, que, por primera vez, se tira al monte y pretende que el Gobierno de España haga esa solicitud a la Unión Europea. Solicitud que, hasta ahora, sólo se había atrevido a proponerla el sector menos serio de la patronal, sin ideas ni proyectos para invertir en las Islas. Propuesta que había sido reconvenida por los sectores más solventes de la patronal con un argumento inapelable.

Y es que el formidable beneficio que supuso la RIC para los empresarios se consiguió argumentando que la economía canaria era incapaz de generar suficiente inversión para sus imprescindibles procesos de crecimiento económico. ¿Y qué es lo que pasa ahora? Pues que lo que se está dejando claro con esta petición de invertir en África es que los empresarios tienen tantísimos recursos que les sobran por todos los sitios.

Ya no saben qué hacer con ellos dentro del Archipiélago. Y, como no quieren pagar impuestos, lo que piden ahora es que les dejen invertir en África. Y aquí está la trampa, porque con ese argumento han hecho desaparecer la razón por la que se creó la RIC. Porque ahora nos sobra (no nos falta) capacidad de inversión. Y, por tanto, la RIC no hace falta y lo que sobra se quita.

Con este argumento, como dijimos incontestable, los sectores empresariales más serios acallaron una fuerte campaña que se suscitó hace unos cuantos años. Y nadie serio había vuelto a las andanzas. Hasta ahora. Por eso me parece una grave irresponsabilidad, se mire por donde se mire.

Y hay que erradicar un grave error de partida en esa argumentación. Porque no se puede confundir ni entremezclar el ciclópeo reto que África supone para los canarios (y que va a marcar el futuro de nuestras próximas generaciones) con la utilización fraudulenta de los instrumentos de nuestro Régimen Económico y Fiscal, máxime si son tan polémicos como la RIC.

Si fuéramos a hablar del papel que Canarias debería jugar en África, atendiendo a la emergencia mundial en la que se encuentra nuestro continente, deberíamos plantearnos las cosas de otra manera bien distinta. Porque no tiene ningún sentido utilizar instrumentos (por muy poderosos que sean como la RIC), concebidos para la inversión de los empresarios en Canarias, para probarlos y experimentarlos fuera de las Islas a ver qué es lo que pasa.

A África solemos verla a través del problema de la emigración. Pero la emigración no es el problema, el verdadero problema de África es la desigualdad. Y sería bueno que supiéramos que nuestra frontera es la que presenta el mayor nivel de desigualdad de todas las fronteras que en el mundo de hoy dividen a los ricos y a los pobres de la Tierra (La vida en la frontera, de Íñigo Moré, Editorial Marcial Pons, 2007).

Y tenemos que entender que, mientras permanezca la desigualdad, continuarán las mi-graciones y nadie va a poderlas parar. Como ha ocurrido siempre y en todos los sitios de la Geografía y de la Historia del Hombre.

Lo que África necesita es, sobre todo, levantar sociedades civiles cohesionadas y reconquistar expectativas de que eso sea posible. Por eso meter a la RIC y encomendar a los empresarios esa ingente tarea constituye una grave y frívola irresponsabilidad.

Y puestos a apuntar una alternativa podemos sugerir que si el Estado español y su Ministerio de Hacienda, de los costes fiscales que supone la RIC y que favorecen a los empresarios, detrae por ejemplo una quinta parte y la transfiere directamente a la Comunidad Autónoma de Canarias, como recursos públicos que son, ése sí podría ser un formidable instrumento para la cooperación y el codesarrollo africanos por parte del pueblo canario. Y con el protagonismo de su Gobierno.

Pero como acabamos de ver, ese tipo de consistentes estrategias de futuro no tienen la más mínima cabida en el enmarañado mundo electoral en que nos han metido. Está claro que, a mi juicio, ese tipo de propuestas nunca va a salir del PP. Pero resulta penoso que tampoco surja de ninguna fuerza progresista. Y que lo que salga, en este caso, sea la piñata de Caldera. De pena.