También en Canarias se ha activado un movimiento de hombres y mujeres decididos/as a hacer suyo y recuperar el eslogan de los años setenta y ochenta, "yo también aborté". En ese contexto una buena cantidad de mujeres y hombres han suscrito un escrito en el que se autoinculpan de haber acompañado a una mujer, voluntariamente, a interrumpir su embarazo. El jueves último los juzgados recibieron centenares de firmas de mujeres que hemos abortado, acompañamos y seguiremos acompañando a otras mujeres que decidan abortar de forma voluntaria.

Abortar ni es un juego ni es la experiencia más maravillosa del mundo, pero las mujeres somos las únicas capacitadas para tomar esa decisión y, como tales, tenemos derecho a hacer con nuestra vida y con nuestro cuerpo lo que nos venga en gana. Lo asombroso es que el aborto haya salido otra vez del baúl de la dictadura para que el dedo acusador de conservadores, jueces, políticos e Iglesia propugne la detención de quienes hemos abortado.

Los tres supuestos legales para interrumpir un embarazo son insuficientes e hipócritas, porque hay datos rotundos para impulsar las protestas en los juzgados. Uno de ellos tiene mucho que ver con las dificultades con las que hoy se enfrenta una mujer que carece de medios económicos y desea abortar amparada en la ley; se debe enfrentar a una Sanidad pública que la ningunea y la obliga o a tener un bebé que por razones que sólo ella sabe, no desea. O buscar a un amañado, que los hay.

Claro que he firmado el escrito porque, por experiencia propia y por experiencias cercanas, sé lo que es tocar a puertas que no se abren. Frente a esto es evidente la necesidad de que en Canarias se haga una apuesta decidida por una educación sexual, porque en esta tierra nada menos que el 40,7% de las chicas menores de 25 años ha abortado y de ellas el 26% lo ha hecho varias veces; me cuentan que el único programa de educación sexual en la escuela que ha habido en Canarias lo suprimió hace años la Consejería de Educación y que desde entonces no existe una propuesta educativa eficaz apoyada por la administración. Si eso es así, la cuestión ha quedado en manos de la buena voluntad de los enseñantes, que saben de todo, claro.