Para las que tenemos la sana costumbre de recorrer a pie nuestras montañas, barrancos, pueblos, caseríos y toda clase de paisajes de nuestras isla , la noticia de la caída del “Pino Gordo de Pilancones” nos ha llenado de tristeza. No siempre un ser vivo puede cumplir los cuatro siglos de edad, y éste los había superado.

En diversas ocasiones, tanto el Grupo de Caminantes de Gran Canaria como el de Jubilados de Iberia, en los que suelo caminar, nos habíamos cobijado bajo la sombra de este venerable anciano de nuestras cumbres. Un buen descanso después de un descenso desde La Cruz Grande, en el barrio de La Plata, para continuar a otros lugares de gran belleza, hasta llegar a las presas de Gambuesa y Ayagaures, pasando por Las Tederas, o por el camino que se dirige al caserío del lado oriental de Gambuesa. Los que hacemos senderismo estábamos ya habituados a su presencia y era un lugar de descanso y para reponer fuerzas.

Precisamente estuvimos almorzando debajo del famoso pino pocos días antes de que se produjera el gran incendio que asoló buena parte de los pinares grancanarios, hecho que también constituyó una de las peores catástrofes ecológicas de esta isla, debido a la desidia, falta de previsión y por la desgraciada contratación de un individuo que probablemente no estaría en sus cabales y terminó convirtiéndose en pirómano. Esperemos que las autoridades relacionadas con Medio Ambiente en esta isla hayan tomado nota y no permitan que algo semejante vuelva a ocurrir en Gran Canaria.

No creo que fuera precisamente este incendio la causa principal que provocara la caída del árbol, porque todos sabíamos que ya estaba tocado de muerte, aunque es posible que algo influyera. El tronco, en su base, estaba bastante hueco y dice que se debía a la resina que se le había extraído y que debilitó la resistencia que pudiera tener para soportar el peso de un árbol de tales dimensiones. En ese hueco, sobre unas piedras, había siempre un librito para firmar y dejar constancia de nuestro paso.

Nuestros buenos ratos debajo del Pino Gordo de Pilancones serán recordados para siempre y tenemos constancia de ello. Pero nos entristece comprobar como en otros casos la isla ha ido perdiendo poco a poco parte de su riqueza natural, de su masa forestal, de sus recónditos y vírgenes paisajes. Le tememos, tanto a la insensibilidad de algunos de los que tienen la obligación de velar por la naturaleza en estas islas, como a un sector de la población que no valora ni aprecia este regalo.

Se ha hablado estos días del gran tronco que poseía el Pino de Pilancones, pero debo aclarar que no era el más grueso de la isla ni de Canarias. A mi juicio el más grueso de esta isla se encuentra en la ladera norte de la Caldera de los Pinos de Gáldar, pero en la parte que corresponde al municipio de Moya. A ambos lados de la frontera municipal crecen ejemplares de pinos con muchos años de vida.

Hace bastante tiempo realicé un reportaje sobre este pino que si bien no es más alto que el de Pilancones, porque la parte superior había perdido mucho ramaje debido a las inclemencias del tiempo, y me supongo también que a los años que tiene, si era mucho más grueso.

Medía ocho metros de circunferencia. Pero exactamente no puedo decir los años de este vetusto ejemplar, aunque probablemente sea más o menos de la misma edad que el de Pilancones. Otro de los pinos gigantes y ancianos existentes en Canarias se encuentra en el Pinar de Vilaflor, antes de llegar al pueblo, viniendo desde el Teide.