Muy pocos días antes del inicio del proceso de elecciones en la Caja, El Día publicó a toda pastilla y en primera plana que la Audiencia de Cuentas investigaba presuntas irregularidades en la gestión municipal de Aurelio Abreu. Sólo fue durante un día. Suficiente. Abreu tomó nota del aviso y se quedó muy muy calladito, mientras la maquinaria de la Caja comenzaba a funcionar a todo ritmo para llevar a Álvaro Arvelo a la Presidencia, cinco meses antes de tiempo.

Quienes tenían que hacerlo cursaron también sus recados al Gobierno. A Paulino Rivero le dijeron que le dijera a Soria que no se metiera a liar el proceso. A fin de cuentas, CajaCanarias siempre ha sido un asunto interno de Tenerife. No consta si Rivero se dio por enterado, ni si habló con Soria. Es probable que esté mirando aún para otro lado. Pensando lo bien que le vendría un buen lío que le permita colocar al frente de la entidad a un tercer hombre, uno de verdad suyo. Alguien que esté dispuesto, por ejemplo, a viajar siempre a su lado.

Recapitulemos: Arvelo se enfada cuando se entera de que se han olvidado de él. Se enfada mucho. Recuerda todo lo que ha hecho por la Caja y cuánto ha aprendido en estos largos años, siempre ahí? los que mandan deciden -por supuesto- apoyar a Arvelo. Arvelo tiene que hacer filigranas para colocarse en el consejo antes de los 70. Y a Adán Martín, que sigue sin secretaria y sin empleo, le cogen con el paso completamente cambiado. De pronto se da cuenta de que Paulino Rivero y Rodolfo Núñez le están tomando el pelo.

Adán Martín es un personaje muy curioso: le cuesta tomar decisiones, parece siempre estar a punto de irse y asume con mucha tranquilidad la derrota. Pero le sale la furia cuando se siente engañado. Tardó en notarlo, pero cuando se dio cuenta decidió romper con el sistema de reuniones secretas. Decidió pelear para entrar en el consejo, sabiendo que -al menos eso- lo tiene bastante fácil. Porque aún le quedan algunos dientes en la boca y algunos amigos en la isla. Entre ellos, Manuel Hermoso y Anita Oramas.

A partir de su decisión de meterse en la pelea, incluso para perderla, anda todo el mundo en Tenerife muy nervioso: están nerviosos los que mandan porque creían que Adán Martín no movería un dedo. Y está nervioso Zerolo, porque se ha visto obligado a hacer bloque con los de Las Teresitas en una larga cambiada que en Tenerife nadie entiende: "¿Pero Zerolo no era amigo de Adán?". Está muy nervioso Álvaro Arvelo: acostumbrado a que todo salga suavemente, la bronca que se avecina lo tiene realmente descompuesto. Sabe que van a caer sobre su mesa y la de Manolo Soria una decena de impugnaciones al proceso. Sabe que eso va a traer cola. Sabe que habrá -por primera vez en la historia de la entidad- una lista alternativa para los impositores. Y sabe que algunos ejecutivos maltratados afilan cuchilla y se relamen.

(Continuará)