Integrista, fundamentalista y neoconservadora. Estas son las 'perlas' que ha utilizado el ministro de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, para referirse a la cúpula de la Conferencia Episcopal española. Y si es de todos bien sabido que Moratinos tiene menos cintura que un armario, también es cierto que se habrá sentido obligado a contestar con contundencia a una jerarquía eclesiástica que se olvida de que España es un estado aconfesional y no duda en entrar en campaña electoral para pedir el voto contra el PSOE.

El 'cese temporal de la buena convivencia' entre los prelados y el Ejecutivo de José Luis Rodríguez Zapatero va camino de convertirse en una ruptura en toda regla. Atrás quedó el talante conciliador de cardenal Vicente Enrique Tarancón, uno de los artífices de la transición de la dictadura al régimen democrático. ''¡Tarancón al paredón!'' era una frase lapidaria que lucían las paredes de Madrid en la primavera de 1974 y que pasaría a los anales de la historia. El cardenal y ex arzobispo de Oviedo y Toledo llevaba casi tres años al frente de la Conferencia Episcopal y los sectores de la ultraderecha más apegados al régimen de Franco no le perdonaban su talante aperturista.

De hecho, por aquellas fechas se le acusaba ya de ''hacer política''. A pesar de los ataques constantes que recibió, Tarancón tenía muy clara la misión que le había encomendado el Papa Pablo VI: modernizar la Iglesia y finiquitar el nacional catolicismo. Su mensaje, en forma de homilía el día de la Coronación de Juan Carlos I es un documento histórico.

El cardenal de la transición toma tintes irónicos al recordar ahora los consejos que dio a los prelados: "La fe cristiana no es una ideología política ni puede ser identificada con ninguna de ellas, dado que ningún sistema social o político puede agotar toda la riqueza del Evangelio ni pertenece a la misión de la Iglesia presentar opciones o soluciones concretas de gobierno en los campos de las ciencias sociales, económicas o políticas''.

Parece que esta homilía ha pasado a ser papel mojado para la Conferencia Episcopal. Lejos de optar por la prudencia, los obispos insisten en echar leña al fuego en este enfrentamiento con el Estado y con una advertencia que pone los pelos de punta: "Si no nos calló Franco, tampoco nos vamos a callar ahora", avisan.