Esta semana, tres cuartos de este país se ha quedado como Tomás cuando los apóstoles le informaron de que Cristo no sólo había resucitado sino que incluso estuvo con ellos hablando de sus cosas.

En el relato de esa aparición, le insistían que sí, que hasta se le veían las llagas de los pies, las de las manos y la del costado, todo de lo más terrible. "Si no veo en sus manos la señal de los clavos", soltó Tomás, "y meto mi dedo en el lugar de los clavos y mi mano en su costado, no creeré". Cristo volvió, o eso pone en los Evangelios, y le invitó a ejecutar la truculenta propuesta: "Métela en mi costado, y no seas incrédulo, sino fiel".

2.008 años después se repite el versículo con la declaración de la Conferencia Episcopal, más asombrosa aún que la resurrección propiamente dicha, que establece qué es votar con sesera, en una diatriba que hay que leer con el dedo también metido en un ojo y con un dispendio de litros de fe que solventen la lucidez necesaria para lograr entenderla.

Disertan los obispos sobre la recta moral y resulta que son los mismos que desprecian a la mujer no compartiendo la vida con ellas, que se saltan la familia no formando una, que rechiflan de la objetividad fomentando el enfrentamiento montados en la Cope, que establecen castas entre su gremio condenando a los cristianos de la liberación que sí trabajan en el tajo, que utilizan la sangre del terrorismo para fomentar adhesiones y, que en definitiva, son los mismos que hablan del apocalíptico peligro de pervertir una democracia que no pudo arrancar hasta que por fin se desmanteló un nacional-catolicismo que durante 40 años se sostuvo gracias a su inestimable e incondicional ayuda.

Flaco favor el que le hacen al PP, partido de 'centro' que cubre las necesidades para que el votante cristiano no tenga que pasar por el confesionario después de ejercer su derecho al voto. Porque si resulta que el PP subiera al poder con estos recortes, Rajoy ha de gobernar desde el púlpito para desmantelar por la vía fundamentalista a una sociedad que ha entrado al siglo XXI con tantos derechos reconocidos que hasta la Iglesia, es de justicia, debería cobrar aún más del Estado con un nuevo subsidio en concepto de pérdida total de baifo.