Me hacía más ilusión ser fenicio que bereber, pero parece que no toca: sabios de tres universidades -La Laguna, Santiago de Compostela y Oporto- han logrado confirmar el origen bereber de los aborígenes canarios. Además, en su estudio, realizado sobre restos de ADN encontrados en el diente de un guanche (no es coña), demuestran que los señores conquistadores y sus descendientes se dieron varios siglos a la tradicional costumbre latina de restregarse a modo con la tropa mujeril del sitio.

Ustedes se preguntarán alarmados quienes se creen estos científicos para aventurar hipótesis sobre las hazañas de fornicio de nuestros tatara-tatara-tatara-tatarabuelos, pero es que -a la luz de la ciencia- un simple molar puede hoy revelarnos hasta el color del pelo de la barragana guanche del criado extremeño de Fernández de Lugo. Lo de CSI, pero aplicado a los ancestros. ¿Y cómo se saben las correrías nocturnas (o no) de la soldadesca al servicio de Castilla? Pues porque en el ADN actual de los canarios hay restos de herencia bereber en los linajes maternos y no en el de los varones, que es masivamente europeo. O sea, que si Canarias es una nación -como dice don Pepito-, es una nación criolla, fecundada por Castilla (y su soldadesca) sobre el lecho doliente de las viudas bereberes. Da para escribir otro editorial y echarle a Gran Canaria sin Gran la culpa de este pedigrí menos que plebeyo. Y probablemente lo escribirá.

Ya he dicho que me gustaría más tener sangre fenicia que bereber en las venas, pero es que los fenicios también se cruzaron lo suyo. Desde el rubicundo teutón al paterista recién llegado, somos todos mestizos, hijos de las mil leches de la historia, y si se tira del hilo hacia atrás, con abuelitos comunes en Etiopia, que eran color oscuro retinto, peludos y fuertes y con tanta mala baba, que en cuanto se tropezaron con sus colegas neandertales -más blanquitos y finos- acabaron con ellos a garrotazos. Debieron cogerle gusto al asunto de pelearse, porque desde entonces todo son broncas de familia, peleas entre gentes de la especie. Lo de Pepito con Gran Canaria sin Gran, por ejemplo, no tiene nada que ver con la noble y pura sangre bereber de los Rodríguez, sino con la tendencia guerrera de los sapiens, especie a la que pertenece Pepito, aunque parezca increíble.

Esa tendencia a la gresca con el vecino explica desde las guerras tribales a las Mundiales, pasando por la Secesión americana, el conflicto de Biafra o la independencia de Kosovo. Por explicar, si se admite pulpo como animal de compañía, explica también la ruptura del pacto PP-CC en Santa Cruz de La Palma (yo sostengo que los palmeros son el único resto no extintos -aún- de la subespecie sapiens idaltu) y hasta explican la histeria por las declaraciones de Segura sobre dónde debe pasar noche el secretario general.