Recientemente, la publicación de estudios de ADN ha vuelto a convertir en noticia las raíces históricas de los canarios. En primer lugar, debemos exponer que ser canario es una construcción y, como tal es cultural y no biológico. El propio conocimiento es cultural, por tanto, construido, es decir, esos mismo estudios que ahora nos dan unos determinados porcentajes, aparentemente infalibles, dentro de unos años pueden cambiar, pero de momento, no debemos menospreciarlos y tenerlos en consideración.

Por otro lado, debemos ser conscientes de que cualquier dato es susceptible de ser leído en el sentido que sirva para corroborar nuestros apriorismos, lo que ha ocurrido con esta investigación: cada cual, sin atreverse a cuestionar el carácter científico-experimental de los resultados, hace una valoración, en ocasiones poco razonable para mantener sus idea preconcebidas.

La herencia genética también es interpretable, no es lo mismo el ADN mitocondrial, que se trasmite por línea materna, que el cromosoma Y que está presente en los machos de todos los animales y por tanto mostraría la vía paterna. El hecho de que el primero tenga más persistencia en la sociedad canaria actual es lógico por varios motivos: 1. la mayor parte de los foráneos que se mezclaron con aborígenes eran varones. 2. La mortandad por motivos de enfrentamientos entre naturales e invasores debió ser mayor en los hombres. 3. A falta de estudios al respecto, tal vez se diera algo similar a lo que ocurrió en América, que el impacto de la conquista produjo una especie de depresión colectiva, que ha sido calificada como un desgano vital, que hizo que las tasas de fecundidad en las parejas aborígenes fuese sensiblemente inferior a las parejas mixtas entre mujeres aborígenes y hombres europeos.

Si bien pudiera parecer que la presencia norteafricana en la herencia genética es baja, otros, entre los que nos incluimos, consideramos que en torno al 50% es una cantidad nada despreciable.

Las cifras inicialmente bajas de aborígenes tras la conquista fueron elevándose ligeramente por el propio crecimiento de su comunidad y el retorno de parte de aquellos que habían sido trasladados como esclavos fuera de las Islas.

Además, en la persistencia genética de origen norteafricano, debemos suponer que un porcentaje considerable debió de llegar tras la conquista. El apelativo morisco en Canarias, a diferencia de la Península Ibérica, designaba a los cautivos musulmanes convertidos al cristianismo, que probablemente constituyeron un grupo importante de población, en poco tiempo, la mayor parte de estos moriscos lo eran de segunda generación y nunca habían salido del Archipiélago, eran verdaderos canarios. Procedían principalmente de la Berbería Atlántica, se dedicaron, sobre todo, al pastoreo de cabras como se recoge en algunas testificaciones del siglo XVI, al igual que solían hacer en sus lugares de origen.

La población canaria fue el resultado de la convergencia de aportaciones aborígenes y externas, es indudable que la población se vio aumentada con la llegada de colonizadores: conquistadores y repobladores europeos, no sólo castellanos.

Los canarios tenemos un complejo de falta de identidad, al igual que otros pueblos colonizados, por eso, tratamos de llenarla buscando al "guanche perdido", pero nuestra identidad es fruto de una tradición, no sólo aborigen, que se ha ido rehaciendo con el tiempo hasta el siglo XXI.

Hoy en día ser canario no puede ser algo biológico, sino una identidad, un sentimiento de canariedad que está por encima de los ADN e incluso de los lugares de nacimiento. Decía Huxley que la nación es una soledad unida por un error común respecto de sus orígenes y una aversión común respecto de sus vecinos. Cuando estoy en otro país por el que lucho, aprendo, me implico y sufro con su gente soy de ese lugar, aunque haya nacido en La Isleta.

CATEDRÁTICO DE HISTORIA MODERNA DE LA UNIVERSIDAD DE LAS PALMAS DE GRAN CANARIA

-