Entiendo que inventar el móvil ha sido más importante que buscar la fórmula para que podamos volar o caminar sobre el agua, pero qué quieren que les diga, conmigo va siempre una inseparable sensación de indiferencia hacia el uso de este cachivache que se ha hecho tan imprescindible para todo el planeta, pero que a mí me pone los nervios de punta (me solivianta) dado que me tiene sepultada casi en la histeria (que no es una reacción voluntaria), porque o me lío a tiros con la dichosa maquinita o me decido a hacer vida monacal alejada de semejante artilugio. Servidora no uso el teléfono-móvil, a pesar de llevarlo en el fondo del bolso y cargado por mi mártir y beatífico esposo, que se empeña en ello por lo que pueda pasar, y créanme que me siento feliz o al menos serena de no oírlo. Y es que a mí este aparatito de marras me trae de cabeza porque -sin ninguna clase de duda- si la televisión ha sido capaz de desarticular a la familia imposibilitando las conversaciones, incluso en horas alrededor de la mesa, el teléfono-móvil se ha incorporado a nuestra sociedad generando subidas de azúcar a más de uno. Y lo que nos queda por ver. Ocurre que, hasta hace unos pocos años, vivíamos felices con aquel teléfono en el que introducíamos el dedo índice en los números que nos interesaban y giraba la ruedita transparente obedeciendo órdenes hasta que, con casi efervescencia, apareció el de sólo tocar teclitas seguido del inalámbrico que dio comodidad e intimidad a nuestras reservadas conversaciones. Pero hete aquí que nos viene una maquinita de nada -y por lo que se ve sin fecha de caducidad- que ha atrapado a la sociedad en un vértigo machacón y digno de un análisis concienzudo, pues estoy convencida de que hoy el/la que se precie moderno lleva un móvil en su vida.

Para más remate está ese modelito que saca fotografías, es ordenador, graba vídeos, reproduce MP3, se conecta a Internet, gestiona el correo electrónico y si te descuidas te arregla el papeleo del divorcio. Tampoco digo que nos comuniquemos por telegrama, pero este diluvio de maquinitas que nos ha caído encima a veces es más desagradable que un beso sin dientes. Y a las pruebas me remito. Ayer me vino a casa el jardinero de mi barrio, para convencerme de que había que podar de nuevo los dos hermosísisisimos flamboyanes que tengo en el jardín y de los que me siento tan orgullosa. Le comencé a decir que por ahora y hasta que no pasara esta racha de calor no los iba a tocar pues..., y de pronto le sonó el teléfono-móvil al buen hombre y por aquello de "sí, mamá, no mamá" intuí que era su madre. Acabada su cháchara, y servidora prudente, continué mi perorata y él su insistencia por podar mis hermosísisisimos flamboyanes y apremiarme en mi respuesta, cuando de nuevo suena la musiquita del móvil (por cierto una especie de jota aragonesa que me causaba ansiedad, a pesar de que conozco bien esos pasos de baile aprendidos en mi juventud) y es de nuevo la mamá, diciéndole que ha de acudir a su casa a arreglarle el termo de la ducha y revisarle la cisterna. Corta y acto seguido le llama la esposa para pedirle que no se olvide de llevar a la casa las nectarinas y las naranjas de ombligo junto con los chorizos para el asadero. Gran rato con el asadero y vuelta el asadero. Comencé a sentirme como un barco torturado por el gran oleaje presagiando que hasta casi sería capaz de...de..., bueno, total que mi interior amenazaba pero no actuaba, aunque el desespero ya se pintaba en mis facciones, así que cuando recobré el uso de la palabra (resollé)... aquello fue el remate, pues sólo había comenzado a pronunciar las primeras frases sobre la poda de mis hermosísisisimos flamboyanes cuando suena de nuevo la jota aragonesa y es un amiguete recordándole el ron para el asadero... Y vuelta con el asadero.

Ni que decir tiene que necesité ayudar a mi memoria para reemprender la conversación (conversiada), pero harta (jarta) ya de tanta jota, tanto asadero, tanto desbordamiento de llamadas y sin otra alternativa ante tal situación, sólo acerté a decirle, "ahora no le puedo contestar, pero si deja su mensaje..."

www.donina-romero.com