L a máquina de amasar leyes nunca descansa, y ahora le ha tocado el turno a los bichos en lo que parece ser por parte de Coalición Canaria (CC) una celebración, muy tomada a pecho, de los 150 años de El origen de la especies de Darwin. El ingeniero de Montes, farmacéutico y diputado José Miguel González, que dirigió el extinto Icona, ha puesto toda su sabiduría biológica al servicio de la creación de un frente común científico en contra de su proposición de ley del Catálogo Canario de Especies Protegidas.

La iniciativa, de entrada, ya logró ayer que un millar de personas acordonaran la sede del Parlamento para protestar contra la eliminación de la protección para 226 especies. Al mismo tiempo, la Facultad de Biología de La Laguna ha lanzado la voz de alarma con opiniones científicas como las de Wilfredo Wildpret, Juan José Bacallado, Alberto Brito o Aurelio Martín. De la ULPGC no se tiene noticia alguna hasta el momento.

El formato aquí presente descarta una descripción detallada del movimiento descatalogador que, según los expertos y ecologistas, quiere desarrollar el Gobierno canario. Pero está claro que este entretenimiento con la biodiversidad tiene un objetivo, que es siempre el motor que lleva a las especies a ir de un lado a otro. En el caso de la aplicación del microscopio sobre el arca de Noé de las Islas, parece que hay dos nombres: la Cymodocea nodosa y la Acrostira euphorbiae.

La primera viene de los sebadales que tienen paralizado el puerto de Granadilla, y la segunda, un saltamontes áptero, que frena también un campo de golf en Tamanca, La Palma. Ambos bichos, rarezas y endemismos van a sufrir, a decir de científicos y ecologistas, un cambio de protección que no impedirá que puedan ser aplastados por la obra de turno, y por supuesto que ambos proyectos no se vean afectados por sentencias judiciales.

Las adherencias insignificantes de la naturaleza siempre han acabado mal a la hora de enfrentarse a la praxis del progreso. José Miguel González, que ama los seres vivos, asegura que este nuevo orden natural pretende, en esencia, establecer criterios, pues "no se puede proteger todo". Tenga razón o no, la delicada idea promete abrir un debate palpitante sobre el compromiso de los nacionalistas y populares con su tan cacareado desarrollo sostenible.