Vivimos tiempos muy difíciles. Desconocemos lo que nos sucede y lo que sucederá en un futuro próximo. Se nos oculta que somos una sociedad pobre que se está empobreciendo a pasos agigantados en todos los niveles (cívico, moral, social, educativo, científico, económico e industrial). Si la idea de progreso forma el telón de fondo de una sociedad, no vemos progreso por ningún lado. En los países muchos más ricos que el nuestro, la idea de progreso se ha empobrecido. Aunque la tecnología y el producto interior bruto dicen que avanzan, la moral y la sociedad andan sobre aguas.

Los optimistas los últimos dos siglos creían que la humanidad de hoy día viviría feliz en la Tierra. Nos dieron muchas ideas de cómo hacer un mundo mejor. Unos creían en la fuerza de las naciones, otros tenían fe en las leyes; algunos deseaban un lenguaje perfecto, otros querían una educación universal; unos pusieron sus esperanzas en la ciencia, otros en el comercio. Para la mayoría de la gente, la cuestión no era si el progreso ocurriría sino cómo iba a ocurrir. Sin la posibilidad de progreso de cualquier tipo, la conducta humana sería irreformable, y no seríamos más que unos monos a los que habría que mantener enjaulados. Importa mucho saber si la gente pierde su fe en el progreso para poder restaurarla.

Es verdad que la lista de progresos en los últimos siglos es impresionante. La cantidad de salud y bienestar nunca ha sido tan abundante. La esperanza de vida ha pasado de 30 a 80 años. Era corriente que muchos hijos no llegaran a la adolescencia; salvo en África, hoy es raro que un niño muera. Como media global, el salario anual nunca excedía de 200 euros; hoy día un ciudadano típico de cualquiera de los países ricos gana esa cantidad en un día. En la Edad Media, uno de cada 10 europeos podía leer; hoy, salvo excepciones, la proporción es de 8 de cada 10. En muchos países, los hombres y mujeres pueden votar y encontrar un trabajo. En gran parte del mundo, las personas tienen libertad para decir lo que piensan. Si se enferman, recibirán atención médica. Si son inocentes, la justicia les dejará libres.

Pero la creencia en el progreso es algo más que una lista de logros. Durante la Ilustración se creía que podríamos conseguir grandes logros a través de muchas de las manifestaciones que son motores del progreso: lenguaje, ciencia, comercio, sensibilidad moral y gobierno. Desgraciadamente, muchos de esos motores han fallado y muchas de esas manifestaciones han abocado en tragedia. El progreso material parece haberse aliado con el deterioro moral. Los intelectuales han traicionado a la sociedad; con su silencio y cobardía no han utilizado el lenguaje como agente social de cambio. Para el pensador George Steiner, los nacionalismos, los odios étnicos y las reivindicaciones regionalistas han sido la pesadilla de Europa. Manipulados desde la insensatez y el aldeanismo por dirigentes políticos sin nociones de Estado, son una peste que ha llevado a Europa a conflictos y crímenes por todos conocidos.

Si la fuente predominante de progreso ha sido la ciencia, es extremadamente urgente que detengamos la fuga de nuestros mejores y jóvenes talentos de la ciencia. La situación es ya desesperada en algunos terrenos: el 75% de todos los españoles que hacen el doctorado en EE UU no regresan. No tenemos nada que ofrecerles; podíamos pagarles decentemente, para empezar, pero los sueldos que se ofrecen son más propios de esclavos que de gente ilustrada y con talento. Me dan náuseas cuando veo que toda la realización de la sabiduría y del desarrollo tecnológico de esta región descansa en ofrecer servicios públicos de mediana calidad, en la celebración de ferias artesanales, en el culto al cemento que ha desdibujado la belleza de nuestro paisaje natural y en el mantenimiento de un turismo de chancleta.

Los gobiernos y su insensibilidad moral son los responsables del aumento de la miseria social, cívica, económica e intelectual que se instalará con nosotros en el 2010. Satisfechas las ambiciones de esos gobernantes, no hay garantías de que los valores morales que mantienen el progreso puedan ser exigidos a una ciudadanía que ve mermada la posibilidad de tener una vida, un trabajo, una vivienda y unas condiciones de desarrollo personal dignas. No alcanzaremos la utopía, pero no permitamos la degeneración moral de la sociedad. Si luchamos, podemos perder; si no luchamos, perderemos. Buen día y hasta luego.