Casi en las postrimerías del siglo XIX, la isla de Gran Canaria, en realidad todo el archipiélago, se hallaba inmersa en una tremenda crisis económica que propició la emigración forzosa de muchos de sus habitantes que huían del hambre ocasionada, en parte, por la gran sequía que impedía el cultivo de sus tierras. Aún en estas circunstancias, la Diócesis de Canarias no quiso estar ausente de la convocatoria que el mundo católico había hecho para rendir un homenaje al que regía desde Roma los destinos de la Iglesia, el papa León XVII, para lo que se había organizado un Jubileo y una exposición en el Vaticano con ocasión de celebrarse aquel año de 1887 las bodas de oro de la ordenación sacerdotal del Pontífice. Y en estas circunstancias se organizaron en nuestra ciudad varios actos que culminaron con la confección de un relicario que debe encontrarse en cualquiera de las vitrinas del Museo del Vaticano, o puede que fuera destinado a alguna de las iglesias de Roma, o tal vez se encuentre en alguno de los cajones que guardan verdaderas obras de arte apiñados en sus grandes almacenes. Un rico relicario que la Diócesis de Canarias mandó tallar en plata y oro con incrustaciones de piedras preciosas a varios artesanos de la ciudad dedicados al trabajo de la plata y de la madera. El italiano Vicenso Luigi Pecci que gobernó con el nombre de León XIII, nacido en 1810, fue ordenado sacerdote en 1837 y elevado al trono de San Pedro en 1878 donde permaneció al frente del gobierno de la Iglesia hasta 1903 en que falleció.