Dicen que son las peores mentiras, esas verdades incompletas que muestran de la verdad un solo aspecto, y eso es lo que ha querido mostrar con cierta zafiedad nuestro ministro de Fomento sobre el tema del Control Aéreo en España.

Si a un pájaro, en posición ortogonal sobre un edificio, se le pudiese preguntar sobre la forma del mismo haría una descripción sobre la inclinación de sus tejados o sobre la forma de su azotea. Pero esa descripción sólo nos aportaría una pobre e incompleta visión del edificio, pues éste sin duda poseerá ventanas, puertas, tal vez hornacinas que alojan bellas esculturas. Tampoco nos diría nada sobre los materiales empleados en sus fábricas, si son de ladrillos o de piedra o bien de tapiales u hormigón. Tampoco de la organización del espacio interior, ni de cómo están pintadas sus habitaciones.

El señor Blanco sólo ha visto el tejado del edificio, esto es, en su cubierta y no ha entrado en detalles de su estructura.

El sueldo de un controlador de tránsito aéreo en España está muy por encima de la media de sus colegas europeos, al igual que en otras profesiones, en los países europeos están muy por encima a la de sus colegas españoles: enseñanza, medicina, investigadores científicos, etc.

También es cierto que algunos de esos controladores (unos casos puntuales) han cobrado en los pasados años sobresueldos por horas extraordinarias que superaban a veces a los propios sueldos base.

Las cifras publicadas no se ha dicho nunca que fueran cantidades netas percibidas, que es a lo que en España estamos acostumbrados (muy diferente a la cultura sajona), sino que se refieren a cantidades brutas, antes de impuestos. A esas cantidades vociferadas de nuestro ministro habrá que aplicar una reducción media de entre un 41 y un 49%.

El ministro debe saber, porque para eso es ministro, que esa situación de privilegio de los controladores no se ha presentado de la noche a la mañana por generación espontánea, sino que tiene raíces profundas cuyo desarraigo otros ministros o directores generales de AENA no han sabido o no han querido acometer.

Si la plantilla estuviese suficientemente dotada y racionalizada, esta situación no se estaría dando. Se ha querido contentar políticamente a muchas comunidades, regalándoles un aeropuerto, sin pensar en los costos que iban a generar y mucho menos en su rentabilidad, pues al final será el contribuyente el que cargue con los déficits de los mismos. Una plantilla suficiente evitaría horas extraordinarias y como corolario, un salario más próximo a la media de los ciudadanos, para no producir esa alarma social que ahora se está construyendo, aunque tal vez habría que tener mejores miras y tratar de acercar el sueldo de los ciudadanos al de los controladores y políticos, donde también las dietas por viajes y asistencias superan al sueldo base.

Cargar sobre los controladores aéreos, como chivos expiatorios, la mala gestión del sistema, en general, no parece justo. Es como querer cargar los problemas financieros de una compañía aérea sobre los elevados sueldos de los pilotos. Los controladores tal vez sean parte del problema, pero no el problema.

Lo de sustituir a los controladores por un sistema informatizado en determinados aeropuertos me parece una boutade del señor ministro. Los aeropuertos citados (El Hierro y La Gomera) entre otros que pudieran estar en la lista, poseen cuatro controladores.

El ahorro sería irrisorio frente a la masa salarial de los cinco grandes centros de control. Eso, sin haber pulsado la opinión de los pilotos a la hora de hacer una aproximación en condiciones atmosféricas adversas y dialogando con una máquina. Todavía estamos lejos de ese proyecto, señor ministro. Tan lejos como los vuelos pilotados por un comandante y un perro pastor alemán, en los que el perro tiene la tarea encomendada de morder al comandante cuando éste intente tocar un instrumento. Esto no es el "country" americano de Arizona, Nuevo México o Colorado. Es un país muy turístico, con archipiélagos diversos y un exceso de aeropuertos demasiado cerca los unos de los otros con áreas de espera que se solapan y que hay que vigilar muy de cerca.

Los sueldos de los controladores son muy buenos, no hay duda. Haga usted que la gestión de su ministerio en este ámbito también lo sea y si hay que ponerle un cascabel al gato, póngaselo bonito, pero que no ahogue por el momento al felino.