El último informe del Consejo Económico y Social destaca la poca productividad que tienen los funcionarios de esta parte del Atlántico.

Incide en que es un problema que viene de atrás, y vean la coña: sentencian que para solucionarlo hay que mejorar la eficacia de la Administración -vaya descubrimiento más caro-, "pero el problema son las dificultades técnicas" para esto y "la resistencia de los empleados públicos" para enfrentarse a esa mejoría.

No será uno el que le venga a enmendar la plana al catálogo de eminencias que forma parte de este rimbombante Consejo Económico Social, pero oiga, cuando un equipo no funciona la culpa es del entrenador, no de la plantilla.

La plantilla tiene el potencial, y si resulta que no tiene ese potencial también es un fallo de la parte contratante por haberse hecho con un saco de batatas que, consta, no es el caso. Lo que sí consta es que la gestión de los titulares de la Administración es un guineo en busca de resoluciones de los trabajadores públicos que coincidan con sus planeamientos políticos, que den los concursos a sus elegidos o que determinen necesidades inexistentes tipo Guanchancha.

De ahí la continua contratación de empresas externas para reemplazar el trabajo de unos funcionarios que por su preparación contrastada mediante las oposiciones están teóricamente preparados para ello.

También consta que existen agencias públicas que funcionan perfectamente atendiendo a miles de personas que luego son desmanteladas por fundaciones mixtas para salirse del control parlamentario y que se convierten en una pésima copia de la anterior, y eso no son ideas de los funcionarios, sino del ejecutivo que lleva gobernando desde hace muchísimo tiempo pero en cualquier caso menos aún del que nos queda por sufrir.

Evidentemente aquellos funcionarios que han quedado mano sobre mano son los que reducen la media de productividad, faltaría más, porque los han dejado sin nada que hacer.

Pero con todo, lo más llamativo de este informe del Consejo Económico Social y dos tunos, es que la culpa del increíble, mayúsculo, catastrófico y aún no ponderado desastre que es hoy Canarias, la tiene el chachachá. Pues no. La culpa de que este Archipiélago no dé pie con bola no es sólo de una crisis que vino importada, es verdad, sino de los mismos políticos que cada cuatro años prometen regalarnos el mundo y luego se lo quedan para ellos. Pero de esto no dice nada el Consejo.