“Don Casimiro”, afirmó con solemnidad en un momento Fernando Clavijo para dirigirse al líder de la Agrupación Socialista Gomera (ASG). Y don Casimiro escuchaba después de una intervención bien armada, con los mensajes claros y las reivindicaciones de su isla en primer lugar. Casimiro Curbelo ha acreditado, una vez más, el merecido reconocimiento de prohombre gomero en el debate de la Nacionalidad, libre de ataduras partidistas y acariciando todo el poder urbanístico. Las intervenciones de Casimiro Curbelo en el Parlamento nos obligan a meditar sobre su trayectoria.

Don Casimiro, al que no la faltaron agallas en un club de alterne de Madrid para decir aquello de “no sabe usted quien soy yo”, se ha reencontrado con el maná político. Un resultado electoral que ha convertido a su pequeño partido insularista en pieza clave para la mayoría matemática en el Parlamento. Desde el entorno del presidente canario llueven inmerecidos elogios sobre este hombre curtido en el ejercicio del poder que ha sabido tender la mano a sus adversarios para obtener acuerdos que se antojan envenenados.

Don Casimiro, el hombre más temido y respetado de La Gomera, logra por las carambolas de la política de cercanía que uno de sus más eficaces instrumentos de acción política, el urbanismo, quede en sus manos con absoluta libertad y sin control político más allá de San Sebastián. Nadie ha tenido más influencia que él en la Isla desde tiempo inmemorial. Ahora la puede acrecentar. Es una potencia, pero Canarias no se ha enterado.

Don Casimiro, que era “uno de los nuestros” para los compañeros socialistas, se ha transmutado en el aliado perfecto de los nacionalistas de Coalición Canaria. El veterano gomero que ha visto salirse de la escena política a Alfredo Pérez Rubalcaba, resiste con más presencia de la que se hubiera imaginado en las tristes jornadas de su retirada del PSOE. Y, como repetía Camilo José Cela, en este país quien resiste gana. Don Casimiro, por el momento, resiste. Y gana.