Emocionante. La imagen de la Virgen del Pino salió por las calles de Teror en la fiesta de la Patrona de la Diócesis de Canarias con un nuevo recorrido para encontrarse con más amplitud con su pueblo fiel. Aclamada por todos, con lluvia de pétalos, aplausos, oraciones, sonrisas y lágrimas, y velada por las armas de unos marciales militares, leales servidores de la Patria hasta la muerte y abnegados defensores de la libertad y la democracia allí donde quieran que cumplen con su labor. Cuando menos, llama la atención desde la mirada de la fe. Conviene preguntarse, con la mano en el corazón, ¿qué sentido tiene ya, en este 2015, en la Natividad de María, la presencia militar alrededor de la Madre del Príncipe de la Paz? ¿No será el momento de purificar buena parte de nuestra religiosidad popular, de acercar el Evangelio a algunas expresiones en la que se mezclan sentimientos religiosos con políticos? Los interrogantes surgen después de seguir en la televisión autonómica de Canarias la ceremonia más solemne de las Fiestas del Pino, su jornada central. Con todo el respeto y la admiración más sincera a las costumbres y a las tradiciones del pueblo canario, sin entrar en otras consideraciones de la historia más estudiada, que se han obviado, por ejemplo, al cambiar el trayecto de la procesión trescientos años después. Solo mirando la cara de María, cuando las cámaras fijaban el plano corto en el rostro de la Virgen; compartiendo la manifestación de fe de mis vecinos; escuchando al vicario general Hipólito Cabrera, terorense distinguido, explicar que se había acercado más la “Madre del Pino a la gente”; por los aspectos positivos de la fiesta de Nuestra Señora del Pino surge esta reflexión en esta jornada maternal para la Iglesia que peregrina por Canarias. La etapa diocesana que se inicia con la Fiesta del Pino como punto de partida cuenta con un nuevo Plan Pastoral, una nueva hoja de ruta, que incluye entre sus objetivos el trabajo sobre la piedad popular, ese precioso tesoro que en Teror se muestra como una verdadera expresión de la acción misionera del pueblo canario. Esa piedad popular que se encarna en la cultura de los sencillos, los que abarrotan las calles de la villa mariana al paso de la Virgen, o ante el televisor, y que no pueden contener sus lágrimas. ¿Hacen falta fusiles para la salida misionera, para la conversión pastoral de la Iglesia diocesana? Doctores tiene la Iglesia, se escucha en la repetida frase popular. Y cada pueblo es creador de su cultura y protagonista de su historia, se lee al papa Francisco. Así sea.