La sanidad canaria sufre de hipertensión. Se ha visto con los picos de la gripe en las urgencias. Debería, no obstante, gozar de más tranquilidad a la luz de los datos que facilita el consejero José Manuel Baltar. Aunque, bien mirado, con permiso de la profesión médica, me atrevería a exponer que la enfermedad política es un caso de alta presión partidista agudizada por la insularidad.

José Manuel Baltar ha ofrecido recetas en el desayuno de Prensa Ibérica con el patrocinio de Celgene para curar algunos de esos males. Lo de médico cúrate a ti mismo con él no vale. Es matemático. El tiempo que ha transcurrido en el Gobierno no ha hecho mella en el independiente Baltar. Al contrario, se muestra cada vez más con incomparable autoridad. Hombre móvil, casi se diría ubicuo, es un talento multidotado y multicompetente, aunque lo despiste una manta del acuario Poema del Mar. Se ha labrado una reputación merecida de técnico seguro de lo que dice, objetivo e imparcial.

Baltar ha expuesto con precisión y claridad los planes de la consejería de Sanidad, una empresa con 26.000 trabajadores y con necesidades infinitas, como indicó. Se resumen en dos palabras: pacto y compromiso. Dos conceptos que merecen subrayarse para un observador ajeno al sistema sanitario, excepto como paciente ocasional.

Baltar define la tarea de los profesionales del sistema de salud como "trabajo artesanal" y defiende, por tanto, una excelencia técnica y solvencia humana. Bienvenida la artesanía a la sanidad, tal vez para recuperar humanidad en el trato, tantas veces eclipsada en unas consultas saturadas. Una tarea de artesanía humana, como bien dijo, en la que todos necesitamos el pacto. Un pacto que ha sido posible en la sanidad y que se ofrece como buena medicina para toda la política del archipiélago. Pacto y compromiso. Ahí queda su receta.