El domingo pasado la columna se me hizo corta para relatar con detalles lo que quería contarles así que decidí posponer para hoy, una semana después, la parte final del relato que nada tiene que ver con las condena del caso. Es lo que yo llamo ‘los retales de un historión que ordena sus pasos’. Recuerden que les hablaba de La Dulce Neus y de un asesinato, el de su marido, de un disparo en la cabeza mientras dormía, un hecho que conmocionó a la sociedad española; con el ingreso de Neus, la hija mayor del matrimonio, en Salto del Negro, la única que pagó con cárcel por la muerte de su padre aunque ella siempre afirmó su inocencia. El caso Neus tuvo mucho seguimiento en Canarias. Su madre trató de librarla de la cárcel con declaraciones que la beneficiaban pero no tuvo suerte. La chica no tenía más de 26 años cuando la conocí, justo cuando estaba viviendo los peores momentos de su vida. Sin familia, acusaba de estar implicada en la muerte de su padre, separada de sus hermanos y madre en una tierra que le era ajena, el mundo se le vino encima. Para empezar, el novio que tenia y que lo dejó todo para instalarse en Las Palmas mientras su novia vivía en la cárcel. Un día ese novio al ver la foto de su chica en La Provincia tuvo una reacción desmedida: fue a buscarme, entró al despacho del director a gritos y una mesa de cristal enorme lleva de periódicos, la hizo añico. Lo detuvieron. Ese día fui a buscar a Neus donde sabía que paraba. La dejé en casa viendo películas. Ahí vio la película que hicieron sobre el suceso. Dolía escucharla hablar de su padre entre lágrimas. Volví a verla cuando una madrugada salió en libertad y le hicieron una fiesta.

Sé que, entre las idas y venidas, encontró el amor.