Así se llama mi único nieto. Lo conocí hace siete meses en su isla, Lanzarote, donde vive con sus padres, mis hijos, Sabrina y Adai. A su lado, con solo mirarlo, estoy experimentando un sentimiento que jamás he sentido. Ya se sabe que antes de ser abuelas/abuelos interiorizamos cómo hay que manejar la situación. No mimarlos en exceso, no brazos, no hacerle más caso que el necesario, etc., pero lo cierto es que ese decálogo suena bien sobre el papel pero a la hora de la verdad es que no eres nada. Se me cae la baba. Pero ¿cómo es Adrian?; bueno, rubio, risueño, guapo, jiribilla y a veces duerme la siesta con el papi que le arrulla y le canta; en los videos que envían veo a un Adrian que se encarama a sus piernas y hurga los dedos de papá que se muere de risa pero aguanta para no enralarlo. La estrategia es agotarlo, derrotarlo y que se duerma. Pero unas veces se gana y otras se pierde.

Esas imágenes son la ternura en estado puro; como lo es ver a mi Sabrina pendiente de su hijo, de sus movimientos, de su paz, de su descubrimiento a la vida. No soy lo que se dice una botarate, compro lo que hay que comprar y nada más. Bueno, eso era antes, oiga. Ahora no; ahora me lo imagino con un conjunto, un jersey y ni lo pienso. Ya gatea y creo que en menos de nada se echa a correr. Benditas redes sociales; cada día recibo sus progresos, su risa más potente, sus piernitas más fuertes y su llanto, igual. Le encanta los sonidos, las campanitas y las luces. A veces lo miro y sonrío con sus revolcones, meditaciones, carcajadas y su cara de felicidad. Se ríe con todo el mundo; es un perfecto relaciones públicas. Ahora le está haciendo hueco a su primer diente

Estos días lo tengo a mi lado oliendo su piel o jugando con su perra, Leya. Este viaje a Lanzarote me va a permitir hacer realidad uno de mis sueños de abuela; leerle un libro. Me ilusiona no saben de qué manera. Como se imaginan ya está comprado. Tiene dibujos que relatan la vida de un bebé que se lava los dientes, se ducha, juega y duerme.

Lo que voy a disfrutar leyendo el libro con mi dedo enlazado al suyo es un regalo de la vida. Yo no sabía que se podía querer tanto, Adrián.

@marisol_Ayala