Los que no se pronuncian es porque el estupor y la indignación que les asaltan tras haber leído las informaciones que ha publicado La Provincia con respecto a los manejos de Miguel Ángel Ramírez, el hombre poseedor del dedo más rápido del mundo para pulsar el play, con la administración de justicia y especialmente con sus amigos jueces a quienes ha grabado e identifica en grabaciones que luego filtra desacreditándolos, les asusta, les asombra.

Pero, eso sí, semanas más tarde, al más puro estilo de quienes se sienten amparados por la impunidad del “soy el macho alfa de Tamaraceite”, pido perdón público y aquí pan y en el cielo gloria. Leyendo lo que se lee, M.A.R. no se ha cortado un pelo para implicar en sus oscuros manejos a políticos y jueces aunque sospecho que silenciando nombres que no le interesa mencionar ya que esos le hacen el trabajo sucio en forma de campañas de desprestigio dirigidas al enemigo. El daño que Ramírez y sus togados le están haciendo a una parte fundamental del Estado de Derecho, la Justicia, es brutal.

Pero siendo todo cierto, vayan a las hemerotecas y comprueben, es más grave saber de sus manejos en la Audiencia Provincial de Las Palmas accediendo al corazón de sus legajos como Pedro por su casa. Entro, salgo, grabo, borro, copio, pego… Hay jueces muy comprensivos con el pobre Miguel dispuestos a escuchar su petición de aliviar procesos para que el dueño de la empresa de seguridad salga bien parado de los muchos líos en los que está inmerso. Si hay épocas en las que te avergüenza vivir en un país, y no hablo solo del país canario, no, de España, hoy es uno de ellos. Imaginen por un momento lo que deben sentir los ciudadanos honrados que se presentan en un juzgado para reclamar justicia en la certeza de que los jueces le ampararán y que luego ven lo que ven y leen lo que leen. Hace tres años en una cena que reunió a una docena de empresarios comprobé la desconfianza que produce el nombre de Ramírez y su meteórica proyección. Le tienen respetito. No gustaban sus modos y tenían razón. Las pruebas de su capacidad para los enredos y asuntos, como poco turbios, son evidentes.

Sin haber cruzado jamás una palabra con el personaje conozco su vida casi al dedillo. Está en la calle. Y lo que conozco no me gusta nada.

@marisol_Ayala