“No quiero hacer el ridículo yendo acá y allá”, explicó la reina del trapecio en una entrevista – “Ha llegado el momento de dar las gracias, decir adiós y vivir mi soledad”

Dijo adiós al trapecio y ahora, con 77 años, ha decidido que es momento de cerrar la puerta y vivir en la soledad que tanto ama y la acompaña. Pinito del Oro dice alguna cosa y anuncia que no hará más apariciones públicas como el personaje que es. “Ésta será la última entrevista”. Ha desarrollado un sentido del humor sorprendente.

Entrevista publicada en LA PROVINCIA el 2 de marzo de 2007:

Nació el 6 de noviembre de 1929 en el barrio de Guanarteme, en el circo de su padre. Se llama Cristina María del Pino Segura y su nombre artístico es Pinito del Oro. Fue la menor de los 19 hijos que tuvo su madre. Durante unas navidades en Valencia, cuando trabajaba en el circo de los hermanos Díaz, el representante para Europa del circo Ringling la quiso contratar. Al ser menor de edad se casó para poder viajar a América y enseñó a su entonces marido a situarse debajo y aguantarle la escalera al trapecio.

Trabajó durante siete años en el circo de los circos. La contrató Cecil B. DeMille para una película sobre el circo. Cuando Pinito regresó a España fue recibida como una estrella. Sufrió tres caídas casi mortales en Huelva, en Suecia y en Laredo. Se rompió tres veces las manos, dos veces el cráneo y sufrió contusiones cerebrales. Se retiró en 1970. Hace poco le han operado los pies para erguirle los dedos, encorvados de tanto puntear en el trapecio a 12 ó 30 metros sobre el suelo. Caídas casi mortales.

Esta de hoy, dice, es la entrevista, la charla de su adiós.

Con 77 años ha decidido decir ya adiós a la vida pública. “Será mi última entrevista. Se acabó. Estoy cansada, doy las gracias y me despido de la notoriedad”. En su casa, llena de los recuerdos del circo, aguarda para iniciar una conversación que no pretende más que preguntarle los porqués y saber si esta despedida tiene algo que ver con el cansancio con la decepción, con la nostalgia mal digerida. “No es nostalgia, es la necesidad vital de estar en soledad. Ni estoy triste, ni deprimida, lo que estoy es muy lúcida [ja, ja, ja], así es que no me apetece acudir a fiestas, ir de jurado a los actos a los que cordialmente me invitan, en fin, tener notoriedad social. Es momento de pasar al anonimato. No es más”.

Pinito tiene una voz grave, muy personal, y nunca ha sido mujer de muchas risas. Al contrario, ha tenido fama de distante. Sin embargo, esta vez se muestra con un sentido del humor y de la realidad que desconocía, y ya son varias las charlas que hemos tenido a lo largo de los años. Hablamos hoy de su vida amorosa: “Tengo dos hijos y cinco nietos a los que adoro. Y tengo a Lucas, mi amigo, mi amante, mi compañero. Tiene menos años que yo y llevamos muchos juntos. Él sabe que es muy importante en mi vida y me comprende. Es amigo de mis hijos, mis nietos lo quieren e incluso mi ex marido lo tiene entre sus amigos”. De su ex, ése que en los años de éxito en la pista central se situaba debajo del trapecio, habla con respeto y punto. “Me casé con él porque quería salir de España a cumplimentar un contrato, pero si he de ser sincera el matrimonio nunca fue bien. En aquella época, en los años cincuenta, la mujer no valía nada. No teníamos derechos y debían autorizarnos para poder viajar. Él llegó a pensar que sin él yo no sería nada, y la verdad es que, ya retirada, vinieron, me tentaron, volví al trapecio y triunfé de nuevo. Y sin él”.

A Pinito no le ha ido mal en lo económico. Tiene propiedades y le rentan, de eso vive. “He ganado mucho dinero. Piensa que en 1970 yo trabaja en América y ganaba 500 dólares semanales, un dineral. Bueno, pues con eso pude montar la sala de fiestas Pinito del Oro, en Las Canteras, y comprar unos pisos, en fin, esas cosas. Trabajé duro, jugándome el pellejo”.

Su vida en el circo está recogida en unas memorias por las que no se han interesado las editoriales. Ella no quiere que la editen en su isla porque entiende que la suya es una historia que le pertenece a España, como personaje. Por eso, cuando una editorial nacional le contestó hace poco que no podían editarla porque “el mundo del circo ya no interesa”, ella contestó: “Señor mío, mis memorias no hablan del circo, hablan de mí, ¿sabe quién soy?”.

Sospecha que si alguien en esta Isla no lo remedia, el paso de los años condenará sus recuerdos al ostracismo y contra eso lucha, pero hasta hoy sin éxito. “Yo le he dado fama a Canarias pero, en cambio, no hay nadie que haga un hueco para que estos recuerdos -señala el salón donde cuelgan fotos con Perico Chicote, Hemingway, trofeos, etc.- estén en un sitio, en un museo. Eso me da tristeza.

Cuando me muera mis hijos se llevarán esto, mis nietos aquello y el resto acabará por ahí…”.

“Le votaré a Jerónimo, que es mi amigo”

Hablar de política le gusta, pero no entiende mucho y sus quereres le traicionan. “Yo soy de derechas porque nací y crecí con Franco y esas cosas”, dice sin más. A la internacional trapecista le gusta más Rajoy que Zapatero y no aporta ni un argumento que me abra los ojos. Es lo que a ella le gusta y no hay más. Ahora bien, cuando le digo que me consta su buena amistad con el socialista Jerónimo Saavedra y que éste será cabeza de lista a la alcaldía de Las Palmas de Gran Canaria, deja atrás sus ideales y no lo duda: “¡Por Dios!, claro que le votaré, porque para eso es mi amigo y una gran persona”. Pinito del Oro viene de vuelta y como tal pocas cosas le limitan. Si hablamos de la ciudad, de las cosas que le gustan más y las que no le gustan de las calles que transita, sólo dice que “están un poco sucias; tenían que mimarlas un poco más”. Los más de treinta años en el trapecio, forzando los dedos al límite, le han pasado factura y hace poco que fue operada para colocarle unos huesitos traviesos que no se estaban quietos. Pero de aspecto, de lucidez y de humor está estupenda, y de la intervención, recuperándose poco a poco. Habíamos pactado la entrevista sin fotos, pero se animó, y ahí está.