Cuentan los Evangelios que tal día como hoy dos mujeres encontraron un sepulcro vacío. En las lejanas y áridas tierras de Palestina, en los tiempos de Tiberio, las mujeres volvieron a ver a su Cristo, no clavado en la cruz; sino un resplandor que hablaba de la salvación a través del amor y la comprensión. A lo largo de la historia, Cristos y Salvadores se han sucedido. Desde los tiempos de Tiberio, miles de años han pasado y con ellos, la lista de salvadores ha sido de lo más variopinto. Militares como Napoleón, racistas como Hitler, comunistas como Mao, estadistas como Churchil, Gorbachov, Reagan… Salvadores del pueblo, de la patria… un argumento repetitivo que tantos Cristos ha producido.

En estos tiempos que corren resulta incomprensible que hoy, Domingo de Ramos de 2017, estamos rememorando aquella escena de hace 2000 años. Resulta incomprensible a la sazón que en estos últimos días se ha lanzado “la madre de todas las bombas”, una denominación a la par banal y frívola que viene a describir perfectamente el nivel de la comunicación de la sociedad en que vivimos. Tal gesto, del que apenas hoy los medios de comunicación han vislumbrado una nube de polvo y humo, nos induce a la incertidumbre. Y nos trae a la memoria las escenas de horror de aquella segunda bomba, aquella lanzada en Nagasaki, no para derrotar sino para prevenir una “posible” expansión soviética por el archipiélago nipón.

Hoy, en el 2017, volvemos a los tiempos de Tiberio, al momento en que el soldado romano clava su lanza en el costado. Y recordamos aquellos verdaderos Cristos y Salvadores que forman parte de nuestra historia. Salvadores como el "Señor Cura" de Montaña Cardones, “el Brujo”, (por sus conocimientos de hierbas curativas) que palo en mano, resguardó a los republicanos en su parroquia impidiendo que los falangistas se los llevaran. Cristos como Fernando Egea, aquel joven farmaceútico de Agaete, que murió fusilado en la Isleta por defender la República. Cristo porque hasta en su último suspiro sus palabras fueron de amor para su padre, para su esposa, para su hijo no nacido.

Ellos son los verdaderos Salvadores y Cristos del pueblo. Ellos, cuyas obras y hazañas, sin aparecer en ningún libro de historia, conforman la memoria colectiva de su gente que, aún hoy, recuerdan sus mensajes de amor y comprensión.

Nota: Gracias a los datos aportados por mis dos alumnos Mario Guerra Morales y Francisco Ramos Hernández