“Solo se ama lo que se conoce, y solo se defiende lo que se ama” (F. Morales Padrón)

Resulta un poco frustrante que en pleno siglo XXI esta Ciudad (e Isla) no haya resuelto todavía su extraña relación con su frontera marítima. Del amor y odio que ha sido una constante en su historia: el mar como enemigo (frontera, basurero) y el mar como riqueza y alimento (comercio y pesca) en los siglos XVI-XVIII; el mar como esperanza (puerto y emigración) del siglo XIX y el mar como fuente de salud y recreación (turismo y paisaje) del siglo XX. Nos encontramos en pleno siglo XXI con un nuevo valor: el Mar como Patrimonio, un valioso y frágil elemento de nuestra identidad que debemos conocer, proteger y últimamente, preservar y utilizar “cabalmente”.

Bajo esta premisa han surgido una serie de noticias que en estos últimos tiempos ha copado las portadas de los medios de comunicación. Desde la restricción de acceso a diversas playas (playa de Vargas, Salinas de Arinaga...) hasta la recreación de un parque subacuático en la playa de La Laja. Los numerosos sucesos del acontecer de nuestro frente marítimo han hecho coincidir paradójicamente el informe de solicitud de Declaración BIC (sitio histórico) de Maspalomas con la aparición de vertidos de petróleo en playas tan significativas para la historia de la Isla y de nuestra Ciudad como es la costa del Castillo del Romeral. Todas ellas, La Laja, Salinas de Arinaga, Castillo del Romeral o Maspalomas, se configuran como espacios históricos debido no sólo a sus acontecer en nuestra Historia sino sobre todo, para poder entender ese carácter marítimo y atlántico que define nuestra peculiar identidad isleña.

Lamentablemente nuestras Instituciones, (particulares Reinos de Taifas), no parecen llevar una misma dirección a la hora de de difundir y proteger nuestro Patrimonio Marítimo. Es más diríamos, lo que es más triste, que apenas lo conocen. Algunos datos históricos repetidos hasta la saciedad sobre la estancia de Colon y el Descubrimiento o la invasión de Van der Does o Drake sobre las Palmas son escasos esbozos de una rica historia ligada al mar de esta Ciudad y que parecen llenar tres siglos de historia que resurgen solo con el Puerto de la Luz en el siglo XIX. La frontera marítima es mucho más que un espacio es, en palabras del profesor Martín Galán, el concepto que define a las ciudades litorales.

Pero si no conocemos su Historia, si no la difundimos, cómo saber: que en la costa de Castillo de Romeral se situaban las salinas para la pesca del Salado en Berbería, aquella donde faenaban nuestros navíos construidos en los astilleros de San Telmo y que hoy, bajo sus aguas cubiertas de petróleo, yacen enterrados cerámicas, anclas y alguna culebrina. Que en las costas de San Telmo reposa los restos de un navío de la Edad Moderna que junto a sus hermanos enterrados en la Bahía de Las Palmas: El Sud-América, la Concepción… son la tumba de diversos naufragios.

¿Dónde está nuestra tradición pesquera?, ¿Dónde la lucha de la emigración? El comercio, la devoción marinera, la Cofradía de San Telmo, los ataques de naciones y piratas, los temporales rugiendo sobre el Muelle de Las Palmas, la terrible y asesina baja de Gando, los fondeaderos de las Comedurías y del Marisco, el nacimiento de calles como Arena o Laguneta…. desaparecen en fomento de recreaciones, prohibiciones, etc….que bajo la pantalla de proteger y difundir nuestra relación con el mar sólo tienen como resultado: el desconocimiento más profundo de nuestra historia, el restringir el acceso libre de nuestros espacios y paisajes y finalmente, lo que resulta más triste y peligroso, el olvido y con ello, la pérdida de nuestra patrimonio en pos de nuevas de reconstrucciones que inventa una memoria ficticia pero atractiva al turismo.

Entretanto seguimos haciendo políticas contradictorias: inauguramos piscinas y recreaciones de parques subacuáticos, cerramos accesos de costas, financiamos cartas subacuáticas que se difundirán en Congresos mientras hundimos los pecios históricos bajo la grúa de un nuevo muelle. Mientras no exista un conocimiento real de lo que le debe esta Ciudad e Isla a su frontera marítima seguiremos explotándola, inventándola y tristemente olvidando y perdiendo su verdadero Patrimonio. Y con ello, nuestra Memoria.