Dos son los libros que he podido disfrutar de su lectura en este verano. Por una parte La Playa de La Laja. Veraneos de antaño y por otra, De la isla a la colina. Canarios en la Residencia de Estudiantes de Javier Durán. El primero de ellos es un libro fresco que nos evoca los veraneos perdidos de su autor Néstor Doreste Padilla y con ellos, una parte de historia de nuestra ciudad que se marchó tras la expropiación de las casas allá por los años 90 para la construcción de la nueva autopista. Testigo mudo de aquellos tiempos permanece la Torre del Viento construida por Néstor Álamo, uno más de los distinguidos visitantes que junto a Camile Saint Säens, Luis Doreste Silva, Agustín Millares Carló o Carmen Laforet... disfrutaron y apreciaron no sólo los mágicos paisajes de esta playa sino sobre todo el ambiente, el 'espíritu de La Laja' que el autor a través de sus páginas ha sabido transmitir al lector.

Con él nos vamos de mudanza a su casa de La Laja ('la de los tres arcos'), cazamos lagartos, jugamos al fútbol, al clavo, marisqueamos, pescamos o ayudamos a sacar el chinchorro, disfrutamos de largas sobremesas entre olores, risas y sonidos de guitarras, esperamos con impaciencia la hora del baño u observamos las coreografías que en las terrazas las chicas ensayan mientras las olas en marea llena intentan vanamente saltar el rompeolas ('...mi tío Pablo Padilla y mi padre... presumían mucho de que habían intervenido los dos en la construcción del muro rompeolas, del cual decían que era el mejor de todas las casas que habían en la playa..') En fin, un libro que recoge en sí mismo, la memoria histórica de un pedazo de esta ciudad, de unas costumbres que se nos fueron pero sobre todo de un grupo de personas que supieron entender, amar y respetar su costa, su playa. El 'espíritu de La Laja' transmitido generación a generación. (nota: Próximamente De la isla a la colina. Canarios en la Residencia de Estudiantes)