Dulceida, además de ser el alias tras del que se esconde Aída Domènech -una influencer con 2,2 millones de seguidores en Instagram-, es una marca que no para de generar dinero. En los últimos meses ha publicado un libro -Dulceida. Guía de estilo-, tiene su propio perfume, hay una app para poder entrar en su mundo desde cualquier smartphone, cuenta con un festival de moda -el DulceWeekend- y ha lanzado una línea de ropa a su nombre. Nada disparatado: tanta oferta cubre tanta demanda. Todos esos productos están en internet a un solo clic de distancia de los consumidores de todo el mundo, excepto de los que viven en Canarias.

Un paseo por dulceidashop.com, la tienda virtual que la influencer tiene en la red, ofrece la posibilidad de añadir a una cesta de la compra camisetas y sudaderas de su nueva colección -We Can Be Heroes; si David Bowie levantara la cabeza...-, ropa de otra temporada o su colonia. El proceso es el habitual en cualquier punto de venta de la Red, pero presenta una salvedad: al final del camino, en la página, aparece un letrero que lanza al ciberespacio un curioso mensaje: envíos a todo el mundo (excepto Canarias).

A la espera de saber si Canarias forma parte del extrarradio terrícola, ha ejecutado un procés de independencia hacia el infinito y más allá o realmente esta tierra es de otro mundo, Dulceida alimenta su burbuja. Es embajadora de firmas como Rimmel London o Agüita Swimwear, ha anunciado su aparición en una película, se cuela poco a poco en la televisión -visitó la Academia de Operación Triunfo-, congrega a miles de fans en los actos publicitarios en los que participa y alimenta a sus seguidores en Instagram, Twitter o Youtube con consejos sobre moda, fotos de su día a día o mensajes -como el que lanzó en verano de 2016 a modo de advertencia: "Menorca" Si me veis en la playi (sic) saludarme pero hare fotis (sic) (en otro momento claro que si, ya lo sabeis, nunca digo que no). Pero en la playa quiero descansar e ire con unas pintas importantes jajaja. Os amo".

Dulceida puso en marcha su maquinaria en 2009. Arrancó con un blog como pasatiempo y en apenas unos años se convirtió en un producto de masas. Tres datos valen para subrayar esa afirmación y el cambio de tendencias y usos que afronta la sociedad: en Twitter cuenta con 257.015 seguidores (hasta este miércoles), su canal de Youtube presenta un millón y medio de suscriptores y en Instagram, donde es más activa, supera los dos millones de fieles.