El presidente del Gobierno no quiere imágenes de sus actividades de ocio, incluso si se desarrollan en la vía pública. Éste fue el inconsistente e insólito argumento que esgrimió ayer la seguridad de José Luis Rodríguez Zapatero para confiscar las fotografías que un profesional de este periódico hizo al mandatario mientras hacía deporte. Tres agentes del séquito presidencial abordaron a Javier Fuentes, al que obligaron a borrar las imágenes que había obtenido. Sin embargo, Zapatero corría a las 8.15 de la mañana en un lugar público de Teguise, donde a la misma hora hacían ejercicio otros ciudadanos de este municipio en el que se encuentra La Mareta, la residencia en la que la familia Zapatero pasa sus vacaciones.

La obsesión por garantizar la seguridad y privacidad del jefe del Ejecutivo, su esposa y sus dos hijas provocó una hora después que Presidencia enviase a agentes de la Guardia Civil a chequear la habitación del hotel en el que se hospeda la enviada especial de LA PROVINCIA/DLP.

Zapatero "no va a a facilitar que le hagan fotografías hasta el viernes", explicaron agentes del Instituto Armado. Es precisamente mañana cuando el presidente se reunirá el un acto de partido con dirigentes del PSC en el hotel Salinas de Costa Teguise.

La odisea periodística comenzó ayer poco después de las ocho de la mañana, cuando Zapatero salió en coche rumbo a la Vega de San José para hacer, como cada mañana, footing. El fotógrafo Javier Fuentes estaba al acecho en la zona para inmortalizar al presidente y lo consiguió.

Los vecinos de La Mareta también han expresado a Presidencia su malestar por los ruidos que generan en la zona los agentes de seguridad. Éste es el caso de un matrimonio de Madrid que compró "por una millonada" una finca cerca de la residencia oficial y que no ha podido descansar desde que la llegada de Zapatero y todo su séquito a la residencia de Costa Teguise.

Zapatero volvió a salir más tarde con su séquito poco antes del mediodía. Jugando al despiste con los pocos periodistas que le seguían, el presidente y su familia llegaron al sur de la Isla para subirse en una embarcación rumbo a las calas de Papagayo.

A las tres regresaron a La Mareta, donde almuerzan desde que llegaron a la Isla. Durante la tarde entraron y salieron a toda prisa vehículos de la finca, pero fue imposible reconocer quién o quiénes viajaban en ellos. Los cristales estaban tintados.