El día a día entre las jaimas de Gdeim Izik se complica por el cerco del ejército marroquí y los refugiados ya empiezan a subsistir a base de agua, té y gofio, prácticamente igual que los 200.000 saharauis que sobreviven desde hace 35 años en los campamentos de desplazados de Tinduf, en el desierto argelino. "Nos tienen acorralados y no dejan pasar comida para ver si la gente se harta y se va, porque hay una frase que utilizan los marroquíes que dice deja hambriento a tu perro y te obedecerá", comenta por teléfono uno de los refugiados que pide que no se revele su nombre porque cree que la policía marroquí lo tiene señalado como uno de los cabecillas del campamento.

Ayer fue un día sin grandes sobresaltos en Gdeim Izik, a 18 kilómetros de El Aaiún, salvo la aparición de un nuevo enemigo para los refugiados: el sol. "Hace demasiado calor y la gente sólo puede estar a la sombra y tomando el té, porque sin agua aquí no se puede hacer nada", señala Sidi, otro de los activistas. Las autoridades marroquíes, añade, permiten la entrada de una cuba de agua al día, pero eso "es como repartir una botella de un litro entre una familia numerosa".

"Ante la escasez", resalta, "los refugiados se reparten lo poco que tienen, agua y gofio". Al campamento llegó la noticia de la visita a El Aaiún de tres ministros de Marruecos, pero Sidi no sabe con qué resultados. "Cada vez que viene alguien del Gobierno lo traen por aquí en helicóptero", ironiza.