El arquitecto lagunero Antonino Jorge y su mujer, Jezabel Mejías, pueden al fin tomarse un respiro, comer decentemente e incluso asearse. Y con ellos, también la hermana y el cuñado de él. Estos cuatro canarios planearon un viaje de placer por Egipto que se convirtió en una breve visita a una existencia llena de carencias. Racionando "las tabletas de chocolate" que lograron comprar "antes de que se agotaran las existencias en todos los restaurantes y cafeterías del aeropuerto" de El Cairo, recuerda Jorge, pasaron más de 48 horas viviendo entre miles de personas que, al igual que ellos, decidieron que el aeródromo era lugar seguro.

En la ciudad se sucedían las revueltas de la población clamando por su libertad y contra las enormes diferencias sociales que soportan desde prácticamente siempre. "Entre donde estábamos y el centro había un cordón del Ejército de Egipto", expone Jorge. Además, como "a través de algunos guías turísticos, la CNN y un médico vasco que logró llegar desde la ciudad" les llegaban noticias de saqueos y visitantes que "eran prácticamente conminados a quedarse en las habitaciones de sus hoteles", no les cupo duda de la conveniencia de mantenerse en el lugar.

A las pocas horas de aterrizar en la capital egipcia, esta expedición canaria comprobó que su decisión, sin que fuera mala, acarreaba una serie de vicisitudes que en un principio no previeron. "Como todos los extranjeros decidíamos quedarnos allí, empezaron a agotarse las existencias en todos los restaurante y cafeterías", señala.

El mal fue menos porque, viendo venir las carencias, hicieron acopio de las mencionadas tabletas de chocolate y algunas botellas de agua con gas. Luego vino otro dilema: hallar cama. "Buscábamos un hueco libre junto a una pared para estar algo protegidos", rememora el lagunero. No era fácil tampoco encontrar sitio para cuatro. Los muros eran un continuo de cuerpos en posición de descanso. Claro que sobre el duro pavimento. "Cuando lo encontramos, extendimos unos periódicos y ahí nos tiramos, al suelo, para intentar dormir algo", continúa el relato.

Antonino Jorge hace memoria para recordar que llegaron a El Cairo el viernes cerca de las dos de la tarde procedentes del sur del país tras disfrutar de un crucero por el río Nilo que dio comienzo el día 20 de enero. Lograron despegar en un vuelo de Egiptair el domingo pasadas las cuatro de la tarde. Alrededor de 50 horas en total.

Fue un funcionario de la embajada española el que "logró reunir un grupo de alrededor de 160 españoles", relata Jorge, y meterlos en un avión. Pero ahí no acabó del todo la pesadilla. "Cuando estábamos dentro, nos dijeron que teníamos que bajar y que la policía estaba a punto de llegar". Se negaron, ellos cuatro y el resto del pasaje. "Contactamos con la embajada telefónicamente y nos dijeron que ni se nos ocurriera movernos de los asientos", explica. La estrategia dio resultado. Costó tres horas que la aeronave comenzara a rodar, pero al acabar el día ya descansaban en Madrid.

Ayer por la mañana un último vuelo les devolvió por fin a sus casas.