Luis y Lorenzo son los hijos de Eduardo Chillida y José Antonio Fernández-Ordóñez, a su vez padres del proyecto para la Montaña de Tindaya. Uno artista, el otro ingeniero, creyeron a su manera que era posible intervenir en un monumento natural como el que se erige al norte de Fuerteventura, pero se murieron -el escultor en 2002, el constructor de caminos, canales y puertos, en 2000-, sin que se moviera ni una piedra del lugar.

Sus herederos se presentaron ayer en Las Palmas de Gran Canaria para presentar ante la comunidad universitaria, en concreto al alumnado de ingeniería, las singularidades artísticas y técnicas de este proyecto monumental. La exposición de Lorenzo Fernández-Ordóñez, arquitecto y director del proyecto, estuvo aderezada por un sinfín de cuadros y de nomenclatura que poco tiene que ver con el boceto de un artista. Su estudio ha encargado numerosos proyectos de viabilidad a empresas europeas que trabajan en grandes obras hidráulicas (cavernas, túneles, puentes). Las soluciones que se buscan tienen que cumplir con las indicaciones de Chillida: la roca ha de quedar a la vista, el que visite el interior tiene que tocar la piedra, nada de chapados, ni elementos de contención, ni redes... Sin embargo, lo que ayer mostraron los hijos de los padres del meollo está repleto de modernos anclajes que pretenden evitar la mayor: que aquella tierra ceda. El proyecto no parece ser el mismo.

Entre los universitarios que llenaron a reventar el Salón de Actos de Ingeniera, los había interesados en la charla y en los créditos de libre asistencia que se repartieron al final, lo que provocó un éxodo casi masivo.

Lejos de las tecnicidades que emplearon tanto el hijo del artista como el vástago del ingeniero, algunos alumnos plantearon problemas de tipo técnico que las matemáticas tampoco resuelven (los números continuos y los discontinuos derraparon aquí). "¿Y si llueve? ¿Se inundará? Porque el proyecto incluye unas chimeneas por las que entrará agua si llueve...". En este punto, Fernández-Ordóñez balbuceó más de la cuenta e improvisó un sistema de drenaje que no convenció, al revés, invitó a pensar en un lodazal, en desprendimientos... ¿se parece esto a su sueño, señor Chillida?