Tindaya pasó un buen día a formar parte del vocabulario colectivo. Hasta entonces era una montaña más, salvo para los majoreros y para los arqueólogos, conocedores de los valores patrimoniales que encierra. El día que el escultor vasco Eduardo Chillida se cruzó en su camino y concibió un gran cubo diáfano en el interior de Tindaya como símbolo de la pequeñez humana, la montaña comenzó a estar en boca de todos y su carácter mágico, sagrado o religioso quedó en un segundo plano. Quince años después, la montaña sigue guardando secretos que sólo podrán contar lo que esconden si el enredo judicial, administrativo, político y patrimonial se deshace.

La Montaña Blanca de Tindaya tiene valores geológicos y arqueológicos que le confieren un carácter sagrado, mágico, aunque ese cariz, a juicio de la arqueóloga lanzaroteña Nona Perera, "depende del concepto que se baraje". Perera, que realizó su tesis doctoral sobre Tindaya y ha trabajado en sus laderas durante más de 25 años, asegura que "hay algunos autores que hablan de religiosidad, pero en las sociedades primitivas la religión y la magia están vinculadas. Entonces, en la sociedad aborigen más que religión entendida con un concepto actual se habla más de carácter mágico-religioso".

Las peculiaridades de Tindaya comienzan cuando se descubren en su cima grabados podomorfos, es decir pies: "Se sabe que en las sociedades bereberes, y esto ya tiene un carácter muy global, el grabar los pies se hacía para sacralizar el lugar, así como el símbolo de la cruz cristianiza. En la sociedad aborigen funcionaban los pies para sacralizar y no lo hacían de cualquier manera o en cualquier sitio, sino en lugares relevantes".

Y si hay un lugar que destaca en la geografía majorera es Tindaya. Nona Perera afirma que "es diferente en un conjunto de cosas, comenzando por su composición traquítica. Es la única montaña de Canarias formada por traquita, es la chimenea de un antiguo volcán, y eso se traduce en que tiene una coloración muy peculiar, es blanca, de ahí su nombre". Además, está rodeada de un llano, lo que le da "la consideración de sustentador del cielo"; y, por último, está la elevación: "Tiene una cota importante tomando como referencia la altitud insular. Ese conjunto de características hace de Tindaya un lugar importante".

Hay otros antropólogos que difieren y mantienen otras teorías. Por ejemplo, José de León asegura que con "el tema de los grabados hay algunos elementos que no tienen carácter sagrado, sino para administrar justicia, para ahuyentar malos espíritus, para marcar lugares de paso difíciles, para enlaces matrimoniales". En el caso de Tindaya, por ejemplo, apunta que este último podría tener alguna vinculación.

Para De León, lo más cercano "puede ser el culto. Se va arriba, se graba y se deja allí". Por sus estudios de campo, la impresión es que en la cima se congregaba "mucha gente, quizás para celebrar actividades religiosas, para invocar la lluvia". También aparecen restos de animales, "de baifos que no han sido comidos, sino sacrificados".