La rotunda victoria nacional del PP se encontró ayer en Canarias con una barrera: Paulino Rivero y CC. El 22-M ha convertido a los populares liderados por José Manuel Soria en la primera fuerza política del Archipiélago en votos, con más del 32 % de los apoyos al Parlamento, pero empatados a 21 escaños con los nacionalistas por efecto del desequilibrante sistema electoral canario. Es la primera vez que esto ocurre. El reverso de la moneda es el PSC-PSOE, que sufre un descalabro y su mayor derrota en las ocho contiendas autonómicas. Los socialistas se quedan con 14 diputados, es decir, pierden 12 de los 26 escaños obtenidos hace cuatro años. Por último, la irrupción en la Cámara regional de Nueva Canarias (NC) con cuatro escaños apenas tendrá consecuencias sobre la futura gobernabilidad.

El nuevo mapa político apunta a un cambio progresivo en el comportamiento de los electores isleños, que vienen a situarse del lado del PP a un año escaso de los comicios generales. Las consecuencias de la crisis económica, especialmente intensa en el Archipiélago, han dejado una honda y dolorosa huella en los ciudadanos, que han castigado sin paliativos a la fuerza política que ocupa el Gobierno de Madrid. El factor arrastre casi amenaza con hundir a los socialistas canarios, que mantienen en todo caso una presencia significativa en el Parlamento como tercer partido, condición que lo convierte a ojos de CC en socio más que deseable para pactar la estabilidad política e institucional.

Los populares han obtenido unos excelentes resultados en las locales canarias, pero eso no han podido traducirlo en una victoria inapelable en la Cámara regional pese a que aventaja en casi diez puntos a los nacionalistas. A estas alturas Soria debe estar arrepentido de no haber impulsado con decisión la reforma del sistema electoral, siendo el PP quien paga el precio más alto elección tras elección.

Los resultados obtenidos por el PP sólo han encontrado un pero en las Islas: la ola nacional de su partido no puede con los nacionalistas, sus aliados hasta hace ocho meses. PP y Coalición llevan gobernando el Archipiélago en la práctica desde 1993 e incluso antes de esta fecha eran ya partners preferenciales. Esto ha cambiado porque los populares se han colocado por delante de los nacionalistas y amenazan su permanencia en la Presidencia canaria. Lo dejó explícito Soria en precampaña.

Esos buenos resultados no apremian a Soria a ocupar el Gobierno de Canarias, aunque sea como segundo tras CC. El objetivo ahora mismo del PP (ya en el 23-M) son las elecciones generales. Ganarlas allí permitirá a su partido retornar al Ejecutivo regional antes o después en virtud de la cos-tumbre nacionalista de pactar en las Islas con quien gobierne en Madrid.

El resultado del 22-M adivina, pues, los movimientos previstos por las tres grandes fuerzas canarias desde hace semanas y meses. El PP, por boca de Soria, ya anunció hace tiempo que, en caso de convertirse en la primera fuerza política de la Cámara (lo es por número de votos) tomaría la iniciativa de formar Gobierno con la segunda (CC) y hasta con la tercera. El 22-M le ha legitimado para realizar ese movimiento. Soria dijo también que no renunciaría a la Presidencia en tal caso. Coalición conoce hace mucho que el PP acabaría por ocupar ese lugar como primer partido, y siempre prefiere establecer alianzas con grupos debilitados que no cuestionen su liderazgo del Gobierno, como es el caso del PSC. Con nombres y apellidos lo comentaban hace meses varios dirigentes de Coalición en los pasillos del Parlamento.

Es más, los nacionalistas temen que la ola nacional del PP acabe por reducir su presencia en el Congreso o que Mariano Rajoy logre una mayoría absoluta en Madrid que haga inútiles los escaños de CC. Todo eso hace previsible que una vez que el PP vea impracticable articular una mayoría en torno a José Manuel Soria como presidente sean los nacionalistas (segunda fuerza en el Parlamento en votos) la que tome el relevo en liderar el Ejecutivo. Eso sólo lo podrá hacer realidad con el PSC.

Puede ocurrir también que el PP, en virtud de ese resultado paradójico de ser la primera fuerza en votos, con diferencia, pero empatar a escaños con la segunda, flexibilice su posición para ayudar a mantener o compartir un Gobierno presidido por Paulino Rivero. La experiencia le dice a Soria que fue un acierto abandonar el pacto hace ocho meses y parece improbable que quiera retornar o sostener al Ejecutivo regional a un año de las elecciones.

Por la parte de CC, el movimiento, como hace cuatro años, será el de permitir que Soria fracase en su intento por conformar Gobierno, siquiera en minoría. En Canarias suele ser verdad que quien gana las elecciones pierde el Gobierno. Lo aprendieron los socialistas en 2007. Una vez que el PP constate esta realidad será Rivero quien tome la iniciativa y materialice un pacto con el PSC, el socio menos problemático a la hora de poner condiciones debido a sus resultados electorales. Algunas institucionales locales, como el Ayuntamiento de La Laguna y sobre todo el de Santa cruz de Tenerife, dos de las joyas de la corona nacionalista, penden de ese previsible acuerdo regional entre Coalición Canaria y socialistas.