Una suerte de escalofrío se ha adueñado del vaticinio electoral desde que el Movimiento 15-M ha puesto en circulación el debate sobre qué posición adoptar: el voto nulo, la abstención o la introducción de la papeleta a favor de los partidos minoritarios. Esta tetralogía del terror y de la alegría, con efectos devastadores para unos y calmantes para otros, no sólo afecta a los participantes de una movilización que, de la noche a la mañana, ha convertido las tradiciones de la campaña electoral en pura arqueología. Los partidos instalados, con mayor y mejor acceso a los medios de comunicación, con presupuestos constantes y sonantes, temen como alma que lleva al diablo un efecto contagio, que el mensaje de la indignación cuaje en lo que hasta ahora venía siendo un descontento modulado entre depresión y depresión. Los minúsculos, los bisagras o los ilusionantes, por su parte, han sacado los baldes a la calle para ver si les llega la lluvia fina de una tormenta que desconcierta a sociólogos, y mucho más a los cerebritos de las sedes políticas. La crispación ha quedado en un lugar remoto. El último fregado de la estrategia electoral está secuestrado por el siguiente argumentario: ¡cuidado, puede indignar! La brecha que separa la indignación de la serenidad es tan fina como un tejido de gasa, dispuesta a entrar en fase de inflamación con una imperceptible brasa que viene de cualquier lugar. ¿Qué indigna más? Ofrezco aquí un listado sobre la circunstancias que podrían ser más sangrantes, y que afectarían a la seguridad del voto:

1) Merkel ha dicho que los españoles tenemos muchas vacaciones y que debemos ir a una especie de unificación vacacional de la Unión Europea.

2) Los eurodiputados siguen viajando en primera clase.

3) Los bancos se resisten a eliminar la cláusula suelo de las hipotecas.

4) El director gerente del FMI está acusado de presunta violación de una camarera de un hotel.

5) Los emolumentos, primas y bonos de los directivos de la banca y las empresas españolas.

6) La peineta de Federico Trillo a los manifestantes de la Puerta del Sol.

7) La marcha de un titulado de una universidad española a Alemania para encontrar un puesto de trabajo.

8) El coche de lujo, recién salido del almacén, que no respeta el paso de peatones, y que acaba de ser comprado por un tipo que está imputado por estafa.

9) Vivir la tragedia del embargo y la ruina familiar pese a ofrecerle al director del banco las llaves de la vivienda imposible de pagar.

10) Los repartos de cargos tras unas elecciones al establecerse un pacto que incluye, cómo no, la creación de puestos de trabajo para una tropa excesiva.

11) Que una fuerza política no entre en un parlamento por una ley electoral disparatada.

12) Un cambio desaforado del alicatado de la residencia oficial nada más aterrizar en el cargo.

13) Una renovación injustificada del parque móvil.

14) Asegurar a los cuatro vientos que la crisis no existe, o que se está a punto de salir de ella.

15) Tocar de puerta en puerta a la búsqueda de trabajo, y recibir como contestación que se tiene un perfil altamente cualificado para estar en el mercado laboral...

Son razones típicas o atípicas para llevarse en el bolsillo un buen cabreo. Pero hay que tener en cuenta, desde luego, que la indignación de hoy no es la misma que la de ayer, y que la crisis ha escarbado ahí hasta abrir una buena herida. Quizás hasta la felicidad, con tanto estropicio, sea un raro ejemplar.