Pedro Zurita es lagunero, tiene 29 años y trabaja desde hace dos y medio como responsable de seguridad en la plataforma Casablanca, la estación extractora de petróleo que la compañía Repsol tiene en el mar frente a la ciudad de Tarragona, a 43 kilómetros de la zona turística que acoge el parque temático Port Aventura. "Me siento muy orgulloso", proclama Zurita sobre su posición en la plataforma, donde ayer se ocupó de escoltar al grupo de cinco periodistas canarios que visitó durante algo más de tres horas el interior de Casablanca.

Marino mercante titulado en Santa Cruz de Tenerife, Zurita fichó hace cinco años por Repsol después de realizar en Madrid un máster sobre extracción y tratamiento del petróleo. Desde entonces ha pasado la mitad del periodo en las oficinas de la compañía en Madrid, ciudad donde reside cuando no está de guardia en la plataforma, y la otra mitad en la estación Casablanca, donde realiza turnos de doce horas seguidas de trabajo durante 21 días consecutivos, al término de los cuales disfruta de tres semanas ininterrumpidas de descanso.

La primera vez que ayer lo vieron los periodistas canarios a bordo de la plataforma, Pedro Zurita tenía un aspecto más próximo al de un militar de élite que al de un operario de plataforma petrolífera: ataviado de pies a cabeza con mono ignífugo y parcialmente fosforescente, casco, gafas, botas y guantes especiales, un micrófono para comunicaciones internas y agazapado junto a otro compañero al borde del helipuerto de la plataforma. Allí, Zurita se ocupa entre otras cosas de vigilar, prevenir o resolver cualquier incidencia en el aterrizaje y despegue de los helicópteros que trasladan a Casablanca a su personal, uno de los procesos considerados delicados en una instalación donde es vital evitar cualquier riesgo de colisión o incendio.

El joven lagunero es una de las 32 personas de media que residen habitualmente en la plataforma Casablanca, una estructura abierta al azul del Mediterráneo donde el último fin de año Zurita se comió dos veces las uvas de la suerte, una cuando terminó el año en la Península y la segunda cuando vio por televisión las campanadas de Canarias. Aunque la tercera semana se hace un poco cuesta arriba, asegura tener ya totalmente normalizados los turnos estajanovistas de la plataforma, compensados cada tres semanas por otras tres de vacaciones que "dan para mucho" y que Pedro aprovecha para "tomar cañas en La Latina", en Madrid, o para viajar a destinos diversos, entre ellos Canarias, donde estuvo por última vez en marzo. Sin tiempo, eso sí, para disfrutar del Carnaval, que lo pilló de turno en Casablanca.

En la plataforma no queda tiempo para aburrirse. La jornada empieza a las siete de la mañana, hasta las siete de la tarde, y las horas de descanso que restan se invierten en lectura, televisión, conexiones por internet o juegos de consola. "No demasiado tiempo, porque al rato te tienes que ir a dormir para volver a empezar al día siguiente". No hay sábados, domingos, ni fiestas y la rutina apenas se rompe cuando se producen visitas especiales, como la realizada ayer por los periodistas canarios, a los que Pedro detalló minuciosamente cómo circular por la plataforma sin cortarse con filos metálicos inesperados, sin caer por las empinadas escaleras o sin quemarse por contacto con alguna de las tuberías por las que transita el petróleo recién extraído del fondo del mar, de donde sale a 130 grados centígrados de temperatura, o durante el proceso que se realiza en la estación para separar del crudo el agua marina con que asciende mezclado desde el pozo.

"Muy orgulloso, me siento muy orgulloso", repitió ayer varias veces Pedro Zurita al ser interrogado sobre la circunstancia de ser el único canario a bordo de la plataforma. Aunque enseguida corrige: "Hay otro compañero, operador de grúa, de Las Palmas", que trabaja para una de las contratas que operan para Repsol en la plataforma. En cuanto al debate abierto en Canarias, Zurita no titubea: "El petróleo hay que sacarlo, porque si no lo hará Marruecos. Eso sí, exigiendo las máximas medidas de seguridad". Las mismas por las que él vela a 45 kilómetros de Port Aventura.