La Cedeao, la Unión Africana, la Unión Europea, Estados Unidos, el propio Gobierno de Malí. Todos parecen estar de acuerdo sobre la necesidad de una intervención y se acabarán poniendo de acuerdo sobre sus perfiles. Pero queda un último obstáculo por remover. Hay un único país vecino cuyo aval se antoja imprescindible que hasta ahora se ha opuesto a la intervención militar: Argelia. El difícil equilibrio que mantienen las autoridades argelinas con el islamismo moderado y la certeza de que su frontera sur se convertiría en el último refugio de los yihadistas en una hipotética desbandada, han impedido hasta ahora el sí argelino. Sin embargo, las cosas podrían estar cambiando también en Argel.

Y han sido los propios yihadistas quienes han inclinado la balanza. El secuestro, por parte de Muyao, de siete diplomáticos argelinos en abril y el reciente asesinato de uno de ellos han propiciado un discreto acercamiento de Argelia al posicionamiento bélico de la Cedeao. Aunque el régimen del hábil y escurridizo Abdelaziz Bouteflika, que ha sabido conjugar los "peligros" de la primavera árabe a golpe de porras y de silencio de la comunidad internacional gracias a su habilidad diplomática, aún tendrá la última palabra que decir y compensaciones que obtener cuando se desaten las hostilidades más allá de su frontera sur.

Pero no es sólo Argelia. Es la estabilidad de toda la mitad norte de África la que está en juego. A nadie se le esconde que la llamada primavera árabe ha hecho surgir sobre sus rescoldos la emergencia de las fuerzas islamistas que estaban latentes en todo el Magreb. El estallido de ira que se ha vivido estos días en países como Egipto, Túnez (tres muertos) y Libia (cuatro estadounidenses muertos, entre ellos el embajador) con la difusión de un vídeo que denigraba la imagen del profeta Mahoma no es un hecho aislado ni coyuntural. Y que en países más al sur, como Mauritania, el propio Malí, Sudán, Nigeria, Níger, Chad, Somalia, Etiopía, incluso la laica y democrática Senegal, el islamismo avanza, silenciosa pero rápidamente. En unos casos son las opciones moderadas las que se imponen, pero en otros, alimentados por la pobreza, la corrupción y la debilidad de los estados, las opciones más extremistas se hacen fuertes.

Este es el complejo escenario sobre el que se va a librar esta guerra, un conflicto en nombre de la libertad y contra el terror que esconde, como todas las guerras, oscuros intereses. Fue la Francia de Sarkozy la que permitió el estallido de la rebelión tuareg y la alimentó con el punto de mira puesto en los recursos naturales por explotar que yacen bajo el desierto, sobre todo gas y petróleo, que ya estaban empezando a poner rumbo a otros destinos, como China o el Golfo. Y si los yihadistas se han extendido como una hidra de tres cabezas por este desolado paraje es porque de allí sacan grandes beneficios. Unos dicen luchar en nombre de Dios; otros en nombre de la Libertad. Y unas 400.000 personas han huido ya de esta zona del mundo y se han refugiado en los países vecinos en circunstancias penosas. Porque, como dice el proverbio africano, cuando los elefantes se pelean, es la hierba la que sufre.