Fernando Sagaseta Cabrera no conocía el miedo. No temía a nada ni a nadie. Una cualidad que sorprendía a todos los que le conocieron, quienes elogian su valentía durante el franquismo y sostienen que hoy, 20 años después de su fallecimiento, pervive su mensaje político en defensa de los derechos sociales y las libertades democráticas.

Nació en la capital grancanaria en 1927 en una familia de clase media con un nivel cultural alto. Estudió Derecho en la Universidad de La Laguna y, al concluir la carrera y no hallar empleo, empezó a dar clases de Filosofía en el colegio Viera y Clavijo. Los filósofos existencialistas Jean Paul Sartre y Albert Camus marcaron su vida y compaginó su tarea como profesor con su incursión en movimientos antifranquistas y su simpatía hacia el marxismo. Su carácter imprevisible le hacía temible entre sus enemigos y su voz era peligrosa, resalta el historiador y biógrafo de Sagaseta, Sergio Millares.

Era tal su atrevimiento que en los años 50, con apenas 30 años, osó incluso pedir la dimisión del entonces presidente del Cabildo de Gran Canaria Matías Vega, que se quedó boquiabierto al ver cómo un joven abogado exigía su marcha. Su aversión a la dictadura le llevó a apoyar al teldense Juan García, el Corredera, quien finalmente fue condenado a muerte y ejecutado a garrote vil en 1959 en la cárcel de Barranco Seco. El asesinato de el Corredera impulsó el compromiso político de Sagaseta y el nacimiento de Canarias Libre a finales de ese año con Antonio Cubillo.

El grupo aunó una amplia gama de reivindicaciones, desde la independencia hasta la autonomía, pasando por el federalismo e incorporó al grupo anticlerical Iglesia Cubana y el Partido Comunista de España (PCE). Desarrolló su lucha en la clandestinidad, junto con Luis Alsó, Andrés Alvarado, Armando León y Arturo Cantero, entre otros.

Estos cinco fueron detenidos en 1962 por realizar pintadas en el Estadio Insular y juzgados en un consejo de guerra en el antiguo cuartel de San Francisco de la capital grancanaria, donde hoy está el conservatorio de música.

Durante el juicio Sagaseta no se escondió. Se enfrentó al poder militar, expresó su odio al régimen y se quejó de que aquel tribunal no representaba al pueblo. Su discurso le agravó la pena. "Era un hombre con una gran incontinencia verbal y emocional. No podía ver una injusticia y quedarse callado. Peleó a pecho descubierto contra el estamento militar, clerical y político", asegura Luis Alsó, castigado con dos años de cárcel. Sagaseta fue condenado a ocho, aunque al final permaneció cuatro en uno de los peores centros penitenciarios que había en la Península, el Penal de Burgos. Allí fue donde conoció a José Satué, del PCE, su mentor. Su influjo y el fusilamiento del dirigente comunista Julián Grimau, provocaron el ingreso de Sagaseta en este partido en 1963. Tras salir de prisión abrió un bufete laboralista con Augusto Hidalgo y Carlos Suárez desde el que asesoraban a portuarios y aparceros del tomate. En 1969 el régimen franquista le prohibió ejercer como abogado durante cinco años.

Entretanto, la intervención militar soviética en Checoslovaquia en 1968 desgarró al partido comunista. El secretario general del PCE, Santiago Carrillo, y la formación en las Islas, liderada por José Carlos Mauricio, abogaron por el eurocomunismo, mientras que Sagaseta, leninista y comunista ortodoxo, se aferró a las tesis de la Unión Soviética, lo que conllevó tensiones y su expulsión del partido. Pese a su conflicto ideológico, para Mauricio, el letrado fue "un personaje excepcional del mismo nivel que Carlos Suárez y Antonio Gallardo", del grupo Latitud 28.

Sagaseta creó, posteriormente, Células Comunistas con otros disidentes hasta que en 1977 surgió Pueblo Canario Unido (PCU) y en 1979 Unión del Pueblo Canario (UPC), coalición por la que resultó elegido diputado en las elecciones generales. Un triunfo que sorprendió a sus propios compañeros y partidarios, ya que se había logrado prácticamente sin medios. "No esperábamos aquel éxito", resalta Francisco Zumaquero, para quien Sagaseta era un hombre "tremendamente honrado".

PCU y UPC fueron "un gran ensayo general de lo que tiene que ser ahora que la unidad de las fuerzas políticas y sociales del campo popular", apunta el abogado José Pérez, para quien el mensaje de Sagaseta iba más allá de colocarse al lado de los oprimidos y se granjeó "grandes simpatías e incluso los enemigos políticos reconocen su mérito". Según él, Sagaseta estaría hoy "cabalgando en la indignación y un martillo" contra el anteproyecto de ley de Seguridad Ciudadana del Ministerio del Interior.

Destaca, sobre todo, la pugna de Sagaseta contra la entrada de España en la OTAN y la naturaleza "imperialista" de esta asociación. Su papel fue fundamental para que en Canarias venciera el 'no' y, gracias a ello, no se construyó la base militar en el puerto de Arinaga. Otra de las batallas que libró fue en protesta por la presencia de la Legión en Fuerteventura o por el acuerdo pesquero con Marruecos.

El 23 de febrero de 1981 fue el único parlamentario herido accidentalmente en el golpe de Estado. Una esquirla saltó del techo tras el impacto de una bala de uno de los guardias civiles y le dio en la cara.

Ajedrecista

La disolución de UPC dio lugar al origen de Iniciativa Canaria Nacionalista (ICAN), aunque parte de sus miembros, como Sagaseta, se decantaron por el Partido Comunista de los Pueblos de España, en el que él formó parte de la cúpula. Dejó este partido en 1990 y colaboró con Izquierda Unida.

Su afición por el ajedrez no era más que una extensión de su carácter y su acción política. Muchas veces se lanzaba al ataque, empezaba a sacrificar piezas para acabar con el rey contrario, pero también en ocasiones se quedaba sin figuras para terminar la partida, indica Sergio Millares, que estima que Sagaseta, que odiaba las injusticias y los abusos a los trabajadores, fue "de alguna manera precursor del 15M".

"Fue uno de los personajes de referencia de las tinieblas franquistas. Su nombre estaba prohibido, sólo se hablaba de él bajito", afirma su sobrino y letrado laboralista Joaquín Sagaseta, cuya vida ha estado influenciada por la figura de su tío, "uno de los grandes revolucionarios que ha dado el pueblo canario". De hecho, debido a su admiración hacia él ingresó en las juventudes comunistas a los 15 años. No obstante, quiere que se huya de la imagen de su tío como justiciero y le describe como "un hombre de partido marxista, que no hubiese sido lo que fue sin un contexto histórico determinado y el abrigo de camaradas excepcionales durante toda su vida". Para Joaquín Sagaseta, su familiar tenía una "pasta especial, una fuerza vital casi telúrica". "No tenía sentido del miedo en una época en la que te quitaban los dientes sin anestesia en las comisarías. Era una persona coherente y de un valor extraordinario. Era incapaz de acobardarse", enfatizó.

Sagaseta, ese humanista de carcajada contagiosa que recorrió España con sus ideales, veía molinos donde los demás veían gigantes, parafraseó al Quijote uno de sus amigos. Falleció el 3 de diciembre de 1993, a los 66 años, víctima de un cáncer de pulmón.

El Colegio de Abogados de Las Palmas acoge hoy un homenaje a su figura, organizado por la Asociación Justicia y Sociedad para recordar a una persona comprometida con el avance social de Canarias.