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Las confesiones de un policía resucitan el caso por la muerte de Bartolomé García

Uno de los seis agentes condenados por el homicidio del estudiante hace 39 años en Somosierra niega que hubiera un trasfondo político en el operativo, como se dijo entonces, sino que lo confundieron con 'el Rubio'

El policía nacional José María de Vicente Toribio asegura llevar 39 años "dolorosamente harto de tanta patraña y mentira". Es el tiempo que ha esperado para dar su versión y desmentir las que el tilda como "teorías conspiranoicas" sobre uno de los episodios más trascendentales de la historia de la Transición en Canarias: el homicidio de un joven estudiante de 21 años, Bartolomé García Lorenzo, durante un operativo policial en la barriada chicharrera de Somosierra en el que De Vicente participó.

De hecho, el que era aquel 22 de septiembre de 1976 agente de la Brigada de Información del llamado entonces Cuerpo General de la Policía -convertido hoy en Cuerpo Nacional de la Policía-, recién destinado a Santa Cruz de Tenerife, fue condenado a dos años de cárcel y a suspensión de todo cargo público, profesión u oficio, así como a poner una parte de los cuatro millones de pesetas (unos 24.100 euros) de indemnización para la familia de Bartolomé. La Justicia consideró probado que él y otros cinco agentes que lo acompañaban -tres del Cuerpo General de la Policía y dos de la Policía Armada- fueron "autores de un delito de homicidio con la concurrencia de la circunstancia eximente incompleta del cumplimiento del deber", según la propia sentencia, emitida por la Audiencia de Tenerife el 15 de febrero de 1982 y confirmada por el Tribunal Supremo.

Si José María de Vicente Toribio ha decidido romper su silencio en un escrito remitido a LA PROVINCIA -y que se reproduce en las dos páginas siguientes- no es para entrar en la condena, que terminó de cumplir el 28 de enero de 1986 para reincorporarse al cuerpo. Es más, en el texto vuelve a pedir perdón a la familia por haber confundido a Bartolomé García con Ángel Cabrera Batista, más conocido como El Rubio, el delincuente más buscado de España en aquellos convulsos días de la Transición. Ya lo había hecho durante el juicio.

El exinspector jefe habla ahora para desmentir las acusaciones que se vertieron aquellos días, y se siguen escuchando hoy, contra los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado y las autoridades de que en realidad detrás de aquel operativo desafortunado hubo un móvil político: el de anular las manifestaciones y revueltas, cada vez más importantes y numerosas, de sindicatos, partidos de extrema izquierda y movimientos independentistas. "Si no hablé antes fue por disciplina y respeto al Cuerpo Nacional de Policía", asegura José María De Vicente. El escrito lo redactó hace poco más de un año, a punto de jubilarse. Habría querido hacerlo antes, cada día de estos 39 años, pero esperó. "Hasta que una noche me entró un calentón", admite. Había leído varios textos, uno de un profesor de Historia de Tenerife, Domingo Garí, que incidían en aquella versión de que hubo un trasfondo político y una presunta actitud criminal por parte de los agentes asociada a los estertores del franquismo.

Además de este texto, unos meses después, ya retirado, envió una carta al mismo Domingo Garí que empieza así: "Me dirijo a Vd. al cumplirse el 38º aniversario de la triste muerte de Bartolomé García Lorenzo. Como puede ver en el membrete soy uno de los policías que aquel infausto día participó en el servicio cuyo resultado nadie esperaba y todos lamentamos".

José María de Vicente Toribio define en la misiva esa interpretación que se dio de los hechos, incluso por parte de sindicatos y políticos, como "calumnias y atrocidades" que han supuesto "una afrenta continua a la honorabilidad de mis compañeros y a la mía, y si es cierto que hasta ahora he permanecido en silencio ha sido por estar en servicio activo. Ahora me he jubilado y soy libre para hablar".

La cotidianidad de una mañana cualquiera en Somosierra se rompió de repente aquel miércoles 22 de septiembre de 1976 pasadas las 10:00 horas. Varios vehículos del Cuerpo General de la Policía y de la Policía Armada irrumpieron en las estrechas calles que cortan las hileras de bloques llamados Divina Pastora, con pisos arremolinados de no más de 60 metros cuadrados. Rápidamente rodearon el portal 4. Seis agentes accedieron al tercer piso y el resto permaneció abajo. Los vecinos presentes no habían tenido ni tiempo de preguntarse qué pasaba cuando se oyeron varias ráfagas de disparos. El ruido ensordecedor hizo que todos se escondieran. En pocos segundos se volaron cerca de 35 balas.

La Brigada de Información había recibido una filtración: El Rubio se podía estar ocultando en aquel piso de Antonia Lorenzo, con quien pensaban que tenía una buena relación. De Vicente Toribio admite en este informe que el operativo policial se montó a toda prisa y de forma un tanto chapucera. Uno de los agentes tocó a la puerta, alguien abrió pero cerró, se oyó un disparo, luego varias ráfagas, caos, confusión...

Bartolomé García, hijo de guardia civil, estudiante de la Universidad de La Laguna y miembro de la Asociación Tanausú de montañismo de Tenerife, ni era El Rubio ni era rubio. Era el sobrino de Antonia y había acudido aquella mañana a su casa a visitarla a ella y a sus primos. Fue alcanzado por cuatro disparos, según reveló la autopsia oficial: uno en el brazo, otro en la arteria humeral y dos en el vientre. Apenas tuvo fuerzas para pedir auxilio cuando los propios agentes lo trasladaron al Hospital General Clínico de Santa Cruz. Murió dos días después, el 24 de septiembre, a las 18:20 horas.

Su homicidio hizo estallar la bomba de relojería en que se había convertido la tensión de aquellos duros días de la Transición. Mientras el franquismo agonizaba tras la muerte del Caudillo (noviembre de 1975), las concentraciones, huelgas e incidentes callejeros se multiplicaban en Santa Cruz de Tenerife, principalmente por los conflictos obreros en prácticamente todos los sectores y la indignación de los universitarios, pero también por las demandas de democracia de unos y de independentismo de otros.

Pero el asalto policial que provocó la muerte de Bartolomé a balazos hizo que la ira acumulada saltara por los aires. Y la onda expansiva tuvo un gran alcance. Los incidentes comenzaron la misma noche del 24, con Somosierra como principal foco, pero se fueron extendiendo en los siguientes días por la capital, toda la Isla y hasta el resto del Archipiélago. Piquetes, quema de guaguas, reyertas puntuales, concentraciones por todos lados, crespones negros en las ventanas, carteles y comunicados de repulsa...

Hacía tiempo que no se recordaba un clima tan enrarecido en Tenerife, como nunca antes se había producido una manifestación tan multitudinaria como la que acompañó al féretro de Bartolomé García desde Somosierra hasta el cementerio de Santa Lastenia. Alrededor de 25.000 personas se reunieron espontáneamente en la barriada, sin una convocatoria previa. La indignación popular sobrepasó la frontera de la ideología y las reivindicaciones laborales, aunque no faltaran proclamas políticas que la familia del joven intentó evitar por todos los medios. Hasta apedrearon el vehículo del alcalde de Santa Cruz, Leoncio Oramas, que recibió una pedrada en la espalda.

José María de Vicente entiende la consternación que causó el suceso pero niega que hubiera otra intención que no fuera capturar a El Rubio. Escurridizo e inteligente, cruel y hábil, el delincuente grancanario Ángel Cabrera Batista había sido catalogado como un peligro público número uno. Solo tres meses antes, en junio de 1976, se le había relacionado con el secuestro y muerte del empresario tabaquero Eufemiano Fuentes, hipótesis que nunca se demostró. En octubre fueron encontrados unos restos en el Pozo de la Dehesa, en el municipio de Arucas, que siempre se ha creído que eran los del inversor, aunque oficialmente nunca se constatara.

"Había suficientes razones para justificar el gran despliegue de búsqueda de El Rubio. Esa fue nuestra única intención aquel día. No hubo ninguna otra, como tampoco Bartolomé García pertenecía a ninguna organización sindical o política, como también se especuló por entonces. Todo era mentira", asegura ahora el exinspector jefe.

El trabajo de Domingo Garí al que hizo alusión José María de Vicente, titulado Somosierra y García Escámez, historia de un conflicto, fue presentado con motivo de los actos de homenaje a Bartolomé García celebrados en septiembre de 2011 en el 35 aniversario de su muerte. En el trabajo, Garí explica por qué había tanta conflictividad pero introduce algunas conclusiones con las que no está nada de acuerdo el policía. Por ejemplo, Garí habla de que toda esa tensión "puso en alerta y a la defensiva a grupos de pistoleros en el seno del aparato policial, militar y de los sectores ultraderechistas de la sociedad civil, con la anuencia de la oligarquía local". El profesor de Historia tilda de "excusa" que se atribuyera el fallecimiento del joven estudiante a un error al confundirlo con El Rubio. Y añade: "Todo el mundo sabía que la independencia judicial no existía, que la judicatura era un aparato más de la dictadura, igual que la Policía que había asesinado a Bartolomé".

"Sigo de cerca, pese al tiempo transcurrido, los desafortunados comentarios, la mayoría inventados y alejados de la realidad de los hechos", escribió De Vicente a Garí. "Si desea información veraz de los hechos, póngase en contacto conmigo y le remitiré un informe completo", le añade. Garí confirmó que recibió la carta pero no le ha contestado. El informe es el que aparece en las dos páginas siguientes.

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