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Elecciones sin ganador

El partido va a quedar en empate y se decidirá en la prórroga

La semana previa al inicio de la campaña electoral se convierte tradicionalmente en la semana de las encuestas. La prensa de Madrid y Barcelona publica estudios de opinión en donde aventuran sus pronósticos e insinúan sus deseos y simpatías. El Centro de Investigación Sociológica (CIS) ha publicado también estos días la encuesta que teóricamente parece más fiable, con una muestra de 17.000 entrevistas directas, y no telefónicas, y que incluye un estudio provincia por provincia. Su previsión de resultados marca siempre el principio de la campaña electoral. De todas formas, los datos ofrecidos hacen dudar: no parece lógico que de diez o doce encuestas publicadas, ninguna coincida entre sí. Aunque sí permite aventurar algunas conclusiones.

La primera conclusión es que se va a producir una alta participación electoral, cercana al 75%. Los ciudadanos saben que estas son unas de las elecciones más importantes de la democracia española, en que se decide la posibilidad o no de un cambio histórico. Con un resultado tan incierto, los ciudadanos se animan a votar porque saben que sus votos pueden ayudar a decidir. La segunda conclusión es que aún hoy existe un gran número de indecisos, porque cada vez más los electores deciden su voto en el tiempo más próximo al momento de la votación. Las encuestas también reflejan que la mayoría de los indecisos no dudan en el voto a los partidos tradicionales, sino que esta vez la duda se reparte por igual entre los cuatro grandes partidos. Ya está claro que se acabó el bipartidismo y vamos a un Parlamento de cuatro grandes partidos estatales, más los partidos nacionalistas. La existencia de tantos indecisos le da una especial relevancia a la campaña electoral, que esta vez va a ser decisiva con respecto al resultado final.

En esta campaña jugarán un papel muy importante las redes sociales, aún mayor que en las anteriores. Lo que facilita una mayor participación activa y un debate constante entre los electores. Pero esto no quita para que la televisión vuelva a ser el gran centro del debate político. Tanto con los debates entre candidatos como en los nuevos programas del corazón de la política. En que los candidatos intentan mostrar su alma oculta, sus sentimientos más íntimos, en diálogos en el sillón, en la cocina, jugando al futbolín o bailando.

Las tendencias

Los expertos dicen que aunque los resultados de las diversas encuestas sean tan contradictorios, en cualquier caso su contraste permite descifrar las tendencias más significativas que marcarán los elementos esenciales del resultado final. Por ejemplo, todas coinciden en que el Partido Popular avanza ligeramente: le ha favorecido el conflicto catalán y los atentados terroristas de París. En los momentos de crisis, la autoridad debe dar la imagen de firmeza y seguridad. Y por lo que se ve los ciudadanos así lo han percibido. Aunque el avance es escaso porque el Partido Popular sigue en la banda del 25-30% de los votos. Entre 110 y 130 diputados. Aún lejos de los 140 diputados que le convertirían en el auténtico vencedor de las elecciones.

Si esto se confirma, no le quedará más remedio que volver a utilizar el repetido argumento de "la lista más votada". Por lo que se ha visto, el argumento no funciona: todos los líderes de la oposición le han dicho que esta es una norma que no está escrita en ninguna parte. Precisamente hace una semana, el debate también se produjo en Portugal, pero Passos Coelho, con el 38% de los votos, terminó por irse a la oposición. Es cierto que Suárez, Felipe González y Aznar gobernaron en alguna ocasión sin mayoría absoluta, pero en esos casos la lista más votada tenía entre 160 y 170 diputados, para una mayoría necesaria de 176. Y que la lograron siempre con el apoyo de partidos nacionalistas. Posibilidad que ahora no se ofrece.

El problema del PP es que se encuentra aislado y sin aliados potenciales claros. El único posible en todo el nuevo Parlamento es Ciudadanos, que ya empieza a decirle que no. Y la evidencia es que Rajoy contará con apenas un 30% del electorado y el resto no sólo no lo apoya sino que lo rechaza abiertamente. No por casualidad el actual presidente del Gobierno es el candidato peor valorado por los ciudadanos.

Otra tendencia que muestran las encuestas es la bajada clara de los socialistas de Sánchez. Situados desde hace meses en la franja del 20-25% de los votos, las encuestas de esta semana le hacen caer hasta el 20%. Lo que supondrá que el PSOE se moverá entre los 90 y 100 diputados, el peor resultado de toda la democracia. Ya Podemos le había sustraído, desde las elecciones europeas, una parte del electorado, pero lo sorprendente es que ahora es Ciudadanos el que le ha restado cuatro puntos desde las elecciones catalanas. Si esto se confirma, se desvanece la posibilidad de que Sánchez sea el presidente del Gobierno. La caída del PSOE es especialmente significativa en las grandes ciudades: Madrid, Barcelona, Valencia, Bilbao, Zaragoza y solo se mantiene en Sevilla y, quizá, Las Palmas de Gran Canaria, aunque aquí aparecen seriamente amenazados por la recuperación del PP. Los socialistas solo ganan en dos comunidades autónomas, Andalucía y Extremadura. Y lo más sorprendente es que puedan perder en Canarias, a pesar de su alianza con Nueva Canarias. Si el PSOE no se recupera, podría entrar en una grave crisis interna después de las generales.

Ante estos datos ya es posible confirmar que el pacto de izquierdas que se alcanzó en los grandes ayuntamientos en este verano y que tanto asustaba a Rajoy, ha quedado definitivamente descartado. Porque la alianza PSOE-Podemos no podrá alcanzar la cifra necesaria de 176 diputados. De todas maneras, Podemos alcanzará buenos resultados en las grandes ciudades, en especial Madrid y Barcelona. Y se presentará a estas elecciones con una fórmula novedosa que incluye diversas marcas. Lo que le permitirá formar varios grupos parlamentarios, todos con voz y posición propia.

El 'kingmaker'

Al final, según parece, todo dependerá de Ciudadanos, la gran revelación de los últimos meses. Una especie de nueva UCD, encabezada por "el Suárez del siglo XXI", como el mismo Rivera se autocalifica. La importancia de esta opción política para el futuro de España ha crecido tanto en tan poco tiempo que los grandes rotativos internacionales le prestan una especial atención. El New York Times, uno de los diarios más influyentes del mundo, le ha dedicado amplios espacios en estas últimas semanas. Le llama the kingmaker, algo así como el que decide quién va a ser el nuevo presidente del Gobierno. Rivera es el político de moda y las encuestas le dan a Ciudadanos un promedio del 20%, muy cerca de Sánchez. Aunque obtendría con esos votos menos diputados por su peor distribución en las distintas provincias. En cualquier caso, todas las encuestas coinciden en señalar que Rivera tendrá la posibilidad de elegir entre Rajoy o Sánchez.

Pero Rivera ha dicho esta semana que ni el uno ni el otro. En una larga entrevista en TVE, el líder de Ciudadanos habló claro y además parecía sincero. Es la ventaja de las declaraciones en televisión, que no solo oyes lo que dice sino que también le ves en la cara lo que piensa. Se soltó con una declaración contundente: "Salgo a ganar. Pero si no lo logro, les aseguro que no apoyaré ni a Rajoy ni a Sánchez para presidentes de Gobierno. Ni siquiera les facilitaré su investidura con nuestra abstención". Los cuatro periodistas que le entrevistaban saltaron al unísono: "¿Y entonces cómo se va a resolver este lío?". "Pues no lo sé", replicó escuetamente.

En ese momento, Rivera dio la impresión que no decía todo lo que pensaba. Y que, en el fondo, acaricia la idea de no ser el que ponga el rey, sino que el rey quiere ser él. Calcula un primer intento de investidura de Rajoy, que con solo 125 diputados, o por ahí, saldrá derrotado. Y, a continuación, otro intento de investidura de Sánchez, que lógicamente también saldrá derrotado. Y, entonces, solo quedará "la solución Rivera". Bien el PP o el PSOE le ofrecerán la Presidencia, a cambio de que no pacte con el otro.

Es cierto que podría repetirse el cuento de la lechera, pero en el New York Times Rivera dice algo muy clarificador: "Los partidos demócratas liberales, como el nuestro, gobiernan actualmente en cinco países europeos. Pero hemos aprendido que cuando nos hemos aliado al partido grande de la derecha, acabamos por hundirnos: pasó en Inglaterra cuando Clegg se alió a Cameron y cuando los liberales alemanes formaron gobierno de coalición con Merkel. Nosotros no queremos repetir esa experiencia. Nuestro papel es acometer una profunda reforma democrática del Estado", dice Rivera. Y concluye: "Eso no es posible con Rajoy, ni con el Partido Popular actual".

"¿Y con Sáez de Santamaría?", le preguntaron los periodistas. "Pues mire, me sorprende la pregunta. No la había ni pensado". Pero mientras se lo piensa, un sector del PP ha activado el Plan B: tienen a la pobre Soraya por las calles de España, de fiesta en fiesta, de debate en debate y dispuesta a hacer de todo, hasta bailar en televisión. Pero para la otra parte del PP, "el festival Soraya" no les hace ninguna gracia. Temen quedar desplazados en el próximo gobierno, son los más veteranos y poderosos, pero desde las declaraciones de Rivera se han concentrado obsesivamente en enviar wasaps a Rajoy: "Aguanta Mariano. Sé fuerte".

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