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Análisis Canarias sin Agenda

¿Gobierno o elecciones?

¿Gobierno o elecciones?

Claude Juncker, actual presidente de la Comisión Europea, dijo en el 2010: "Esta tremenda crisis que nos afecta tiene graves consecuencias económicas y sociales. En estos años tan difíciles los gobiernos han aprendido lo que conviene hacer. Pero lo que no saben es cómo hacerlo y, al mismo tiempo, ganar las siguientes elecciones". Inauguraba así el ciclo de las políticas de fuerte austeridad, impulsadas por el gobierno alemán y la Comisión Europea. Y que implicaban rescates totales o parciales de los países del sur de Europa más deteriorados por la crisis.

Como previó Juncker, mientras se aplicaban las más duras medidas fueron cayendo uno tras otro gobiernos de muchos países europeos. Sobre todo los que aplicaron con más celo las políticas de devaluación de la economía y recortes sociales. En Italia, cayó el Gobierno Berlusconi y después de varios gobiernos de corta duración llegó el Gobierno Renzi, que está llevando a cabo con éxito el programa de "siete grandes reformas en mil días". En Grecia, cayó la gran coalición de la derecha de Samaras con los socialistas y le sustituyó un gobierno de izquierda radical presidido por Tsipras. Después de una durísima negociación con la Unión Europea, está aplicando ahora una combinación de políticas de ajuste y de crecimiento, con reformas democráticas semejantes a las de Mateo Renzi.

Portugal acaba de culminar su duro programa de rescate, llevado a cabo por el gobierno conservador de Passos Coelho. En ese momento se convocaron elecciones que provocaron, un mes antes, los mismos resultados que en España: la derecha, con la lista más votada, pero aislada, no cuenta con mayoría para gobernar. Y enfrente el líder socialista portugués Antonio Costa logra formar gobierno apoyado por los comunistas y la nueva izquierda. Algo así como IU y Podemos.

El Partido Popular español se pasó semanas denunciando que "el gobierno izquierdista" llevaría a Portugal camino del desastre. Era, decía el PP, el resultado inevitable de las políticas populistas. Pero de momento no ha ocurrido así: esta semana, en rueda de prensa, el comisario de Economía europeo Moscovici informaba que el presupuesto presentado por Portugal había sido aprobado por la Comisión, "aunque necesitaba algunos retoques". Junto a esto, el comisario de Economía hizo una dura crítica al presupuesto del Gobierno de España, que se presentó antes de las elecciones. La Comisión Europea exige en este caso un duro ajuste de más de 10.000 millones de euros y no un pequeño retoque, porque "no va a cumplir el déficit previsto".

El primer ministro de Portugal salió en tono triunfante: "El Gobierno portugués ha demostrado que es posible acabar con la austeridad y hacerla compatible con la disciplina fiscal. Se equivocaron, pues, los que decían lo contrario". Costa añadió: "Es cierto que no resulta fácil reconciliar las exigencias sociales de nuestros aliados de izquierda y las políticas de crecimiento sin entrar en conflicto con las reglas europeas y las exigencias de la Comisión".

En definitiva, los llamados PIGS (los cuatro cerditos, como nos llaman en el norte de Europa, de las siglas en inglés de Portugal, Italy, Greece y Spain) han iniciado su particular "rebelión en la granja" y el camino de las grandes reformas, que entierran de paso las políticas de austeridad. Pero esto ha sido posible porque en tres de estos países las elecciones han dado un cuadro político que permite construir mayorías para la reforma. Pero en el cuarto, que es el nuestro, no.

España bloqueada

Las elecciones españolas del 20 de diciembre dieron el peor de los resultados para poder afrontar una transición. Los votos de la derecha y los de la izquierda están prácticamente empatados, lo que da un equilibrio que lleva al bloqueo. Además hay que señalar que en el sector de la derecha el PP, el partido antireformas, cuenta con el doble de votos que el sector de la derecha reformista que representa Ciudadanos. Lo que empuja al conjunto de la derecha a justificarse, no renovarse y encerrarse en su castillo.

En la izquierda, el Partido Socialista, que por fin parece decidido a afrontar las reformas democráticas que se están produciendo en los otros países europeos, solo cuenta con los mismos votos que la otra izquierda más radical, que es Podemos. Todo ello supone un mapa político con una aritmética diabólica en la cual parece muy difícil construir una mayoría de gobierno y que empuja, casi inevitablemente, a unas nuevas elecciones.

En cualquier caso, este segundo acto del drama acaba de iniciarse con la designación de Sánchez como candidato a la Presidencia del Gobierno. El acto anterior se cerró con la sorprendente decisión de Rajoy de declinar su investidura, con lo que al rey no le quedó más remedio que ofrecérsela a Sánchez. La decisión real dejó un importante dato para la historia: el rey Borbón dejó claro que no está dispuesto "a borbonear". Expresión muchas veces utilizadas en la historia de España para explicar el intervencionismo de los monarcas, que condicionaban según su gusto la formación de los gobiernos. Esta vez, Felipe VI ha mostrado lo que llaman la neutralidad exquisita de la Corona, que enfureció al Partido Popular aunque no se atrevió a manifestarlo.

Una vez designado, Sánchez mostró en la rueda de prensa una nueva imagen de líder político, sólido, estadista y seguro de sí mismo. Y supo explicar que lo importante no es el poder sino afrontar las ocho grandes reformas que necesita España. Sánchez sabe que le va a ser muy difícil formar gobierno. Pero sabe también que necesita estas tres o cuatro semanas como candidato para explicar a los ciudadanos su programa de gobierno, que es también su programa electoral por si las elecciones fueran inevitables.

Inició entonces su ronda de negociaciones con todos los grupos políticos para lograr la difícil cuadratura del círculo. Empezó con los nacionalistas. Con el PNV logró lo lógico: los nacionalistas vascos no vetan a nadie pero exige la inclusión de la Agenda Vasca en el programa de gobierno. Es decir, sus derechos históricos y una relación especial entre España y Euskadi. La sorpresa la dieron los nacionalistas canarios. Cuando todo el mundo esperaba que Coalición Canaria presentara una amplia y detallada Agenda Canaria, para su inclusión en el programa de Sánchez, la diputada Ana Oramas solo ofreció algunas vaguedades de las reivindicaciones canarias y, sin embargo, puso el acento en los vetos. Como si Coalición Canaria tuviera diputados suficientes para vetar a nadie.

Es muy difícil entender cuáles son las intenciones últimas que pueden mover a Coalición Canaria para plantear el veto a Podemos como el centro y lo más importante de su política. El hecho es que nuestra diputada, "al borde de un ataque de nervios", insistió una y otra vez en que Podemos no podía entrar en el gobierno. Pareció más una reacción emocional que racional: algo había indignado a la señora Oramas que le llevó a desbordar su razonamiento político. Quizá la presencia del diputado Alberto Rodríguez, con su flamante peinado rasta, que acaparó la atención y gran parte del protagonismo en la sesión constitutiva del Congreso. Ocupando el escaño de Tenerife que Ana Oramas entendía que debía ser ocupado por su compañero de candidatura Carlos Alonso.

Sánchez continuó su ronda con la reunión con Ciudadanos, con gran cabreo de Podemos. Los socialistas quieren dar prioridad a un acuerdo de centro. Recuerdan muy bien que en la anterior transición española, las grandes reformas se hicieron desde el centro, en el pacto UCD-PSOE, Suárez-Felipe González. En ese tiempo los partidos mayoritarios ocupaban la centralidad, pero ahora no. Actualmente los partidos mayoritarios están en los dos extremos. Y eso no suele llevar al gran acuerdo sino a los enfrentamientos derecha-izquierda. Por eso el intento de Sánchez de repetir el modelo de la anterior transición va a resultar particularmente difícil: la cuadratura del círculo.

Mientras Rajoy prepara sus fuerzas para el gran combate que él cree serán las próximas elecciones, Iglesias anda, como él dice, en "el asalto al cielo". Es decir, al poder: pide la vicepresidencia, los cinco ministerios claves y la plurinacionalidad. Cuando se le ha dicho que su propuesta es un desplante, una arrogancia y que además es imposible, contesta, en uno de sus clásicos golpes de efecto, citando a Danton: "Uno de los grandes líderes de la revolución francesa que dijo ante la Asamblea Nacional: para derrotar a los enemigos de Francia, se necesita audacia, más audacia y siempre audacia". Iglesias olvida que la audacia inicial de Danton se convirtió en un gran éxito. Pero que la continuación del "más audacia, ahora y siempre audacia" posterior, llevó a Danton a la guillotina.

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