Antonio Morales está enojado con el presidente de la Confederación Canaria de Empresarios, Agustín Manrique de Lara, y no lo esconde. Lo demostró el pasado lunes cuando anuló una cita para el próximo martes, día 22, con los responsables de esta organización, tras conocer los planteamientos empresariales sobre la necesidad de que la institución insular que preside debería ejercer un mayor liderazgo y protagonismo para la captación de grandes inversiones y proyectos hacia Gran Canaria. O lo que es lo mismo, que el Cabildo ha de tener más dinamismo a la hora de generar expectativas de inversión y buscar ventajas competitivas para la isla de Gran Canaria, vino de decir Manrique de Lara.

Ayer coincidieron en un acto público y se saludaron con un abrazo ante los presentes. Pero en el oído del empresario sonó el malestar que aqueja al presidente, pues, al parecer, no perdió la oportunidad para mencionarle que le gusta que le digan las cosas de frente. Morales quiso dejar claro horas después, al ser preguntado por ese afable saludo, que fue un abrazo forzado. Si el presidente quiso esquivarlo no pudo y así se constata en la fotografía superior.

Manrique de Lara no se lo tomó a mal. Ni siquiera comentó nada de lo que le había dicho el presidente. Solo explicó que sus planteamientos sobre el escaso protagonismo del Cabildo de Gran Canaria ni siquiera se centraban en Morales, sino en una institución que desde hace más de diez años no ha sabido liderar la economía de la Isla ni ha atraído inversiones, como hacen otros cabildos de otras islas. Cree que se "necesita un Cabildo moderno, que continuamente esté pensando en la actividad económica, que para eso están los cabildos, y buscar el mejor marco para que Gran Canaria pueda competir".

Y Morales debe desempeñar ese papel. Pero el presidente considera que ya lo está haciendo y que en nueve meses se ha movido como pez en el agua para intentar atraer inversiones y desbloquear cuestiones de importancia para Gran Canaria. Como dijo otro empresario, en estas cuestiones, al final, la sangre nunca llega al río.