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Análisis ¿Gobierno o elecciones?

Más cerca del 26 de junio

Tras la partida en tablas que se juega en la política nacional, España y su gobierno serán radicalmente distintos P Canarias tendrá que explicar sus problemas desde cero al Gobierno de Madrid, caiga de un lado o del contrario

Más cerca del 26 de junio

Pasados los cien primeros días después de las elecciones del 20 de diciembre, y a un mes de la probable convocatoria electoral, los partidos españoles han entrado en esta última semana en una fase acelerada de negociaciones con la pretensión casi imposible de agrupar una mayoría para formar nuevo gobierno. En la misma semana, los diputados canarios participaron en el llamado debate de la nacionalidad, con un ojo puesto en los problemas de las islas y el otro en el lío de Madrid. Porque en el fondo todos saben que hasta que no se forme un nuevo gobierno en España no se podrá hacer frente a los más importantes y urgentes problemas de Canarias.

En Madrid, más que a una negociación hemos asistido a una escenificación exagerada de lo que ahora llaman política-espectáculo. Después de su acuerdo con Rivera y de la firma del pacto PSOE-Ciudadanos, Sánchez intentó pactar una coalición a tres, sumando a Iglesias, que le garantizara su investidura como presidente del Gobierno. Pero a pesar de los gestos y buena sintonía que evidenciaron durante su paseo por la Carrera de San Jerónimo, al final solo nos quedó la renuncia de Iglesias a exigir la vicepresidencia a cambio de un gobierno "equilibrado" que acepta además el derecho a decidir de Cataluña. Lo que convierte el acuerdo en imposible. Esta condición no la acepta Ciudadanos, pero tampoco el PSOE, como ha ratificado su Comité Federal en la reunión de ayer.

Frente a toda lógica, Sánchez resumió la reunión con Iglesias con una optimista conclusión: "Ahora estamos más cerca de un nuevo gobierno que de unas nuevas elecciones". Por supuesto nadie le creyó. A excepción de unos pocos de Podemos, que especulan con la idea de que la obsesión de Sánchez de ser presidente le llevará a aceptar las condiciones que le exigen. Pero por muchas ilusiones que se haga Podemos, la realidad es que Sánchez no puede aceptar ni aceptará esas condiciones. Le llevaría a un enfrentamiento con la mayoría del Comité Federal.

Por otro lado, el equipo de Sánchez también hace sus especulaciones. Acaricia la idea que el miedo a unas nuevas elecciones llevará a Podemos, en el último momento, a la abstención en el voto de un gobierno PSOE-Ciudadanos. Pero esta especulación es tan irreal como la anterior, porque un decisión así llevaría a Podemos a una ruptura interna parecida a la del PSOE. Por último, Ciudadanos se coloca totalmente al margen de esta operación, anda intentando convencer al Partido Popular para que se abstenga ante un gobierno PSOE-Ciudadanos. Y si no que participe en él, con solo una condición: que se vaya Rajoy. La propuesta no solo provoca el rechazo del PP sino una auténtica indignación en todo su círculo dirigente.

En definitiva, más de tres meses jugando a alcanzar acuerdos imposibles han convertido la actual política española en la historia de una frustración. En las últimas semanas, la sensación es que el teatro ha sustituido a la política. Aunque siempre hay quienes replican: "¿Quién ha dicho que la política de siempre no es puro teatro?". El caso es que los partidos repiten las mismas propuestas una y otra vez, las que ellos mismos califican de "casi imposibles". En realidad no se las creen, son solo propaganda dentro de la campaña electoral que ya se ha iniciado, para unas elecciones que todos dan como inevitable el próximo 26 de junio.

Después del 26 de junio

Casi todos pronostican y hasta temen que el resultado de las próximas elecciones vuelva a repetir, con pequeñas correcciones el mismo mapa político: sin mayoría suficiente de gobierno ni a la derecha ni a la izquierda. Ni la suma PP-Ciudadanos, ni la del PSOE con Podemos. El 26 de junio por la noche volveremos al mismo sitio en el que ahora estamos: una situación bloqueada que solo podría ser superada con una coalición a tres, mezclando carne y pescado, derecha e izquierda. Lo que algunos comentaristas ingleses prevén que se va a producir en España, y es la formación de 'una coalición paella'. Que no es exactamente la coalición 'a la valenciana' en la que insiste Pablo Iglesias.

Todo indica que algo parecido a una 'coalición paella' tendrá que producirse, porque el país no aguantaría, de ninguna manera, unas terceras elecciones. Pero para encajar un acuerdo tan complicado parece imprescindible que las alianzas incluyan la sustitución de algunos de los más importantes líderes y la renovación de sus direcciones. ¿Serán sustituidos Rajoy y Sánchez si no alcanzan una importante mejora de su resultado electoral? Parece que sí, porque será la única manera de desbloquear la situación política y hasta la posibilidad de un gobierno de gran coalición. Paradójicamente, la solución con que tanto sueña Rajoy, pero sin Rajoy.

El PSOE convocaría su congreso, que ayer aplazó el Comité Federal, y Susana Díaz, con su séquito, atravesaría Despeñaperros camino de la conquista de Madrid. En el PP la sustitución sería más traumática. De momento solo hay tres candidatos para la renovación: Sáenz de Santamaría, el gallego Núñez Feijoo y Alonso, el actual ministro de Sanidad. El aparato de Génova apoya a Soraya y presiona para alejar a los otros dos. A Alonso le ha impuesto ser el candidato del PP a las elecciones de octubre en Euskadi, que por supuesto perderá. Y a Núñez Feijoo, seguramente el líder más sólido con que actualmente cuenta el PP le han obligado a repetir en Galicia, como candidato a las elecciones también de octubre. Feijoo se ha resistido todo lo que ha podido, y al final lo han convencido con el argumento que si vuelve a ganar las elecciones gallegas -objetivo por otra parte nada fácil- se convertiría de hecho en "el activo" más importante del PP a nivel de toda España. Es decir, en el sucesor. Lo que no se sabe es si esta oferta es un regalo o una trampa. Quién sí debe saberlo es el propio Núñez Feijoo, que ayer aceptó el reto y presentó su candidatura a la presidencia de la Junta.

Estamos, por tanto, en un escenario abierto y cambiante, en que todas las opciones son posibles. Parece una de esas partidas que anuncia tablas, pero que se decidirá en el último momento a favor del que cuente con un peón de ventaja. Caiga el resultado que caiga, a un lado o al contrario, España y su gobierno serán en el futuro radicalmente distintos.

Canarias, hora cero

En un escenario en que resulta tan difícil prever su evolución, la política canaria se mueve entre el desconcierto y la confusión. Nadie sabe con qué gobierno se va a encontrar en Madrid después del verano. Con quién negociar el REF, la financiación autonómica, los planes de empleo e infraestructuras, las competencias sobre el mar canario y la gestión de puertos y aeropuertos. Solo sabemos lo que José Miguel Ruano dijo en el debate de la nacionalidad canaria de esta última semana: ocurra lo que ocurra, Canarias tiene que empezar a explicar en Madrid sus problemas desde cero. Ruano tiene razón, allí cambian los políticos y los técnicos cuando cambian los gobiernos. Y nos obligan a empezar desde cero a explicar el hecho diferencial y la singularidad de Canarias. Resulta, sin duda, un esfuerzo complicado y fatigoso. Pero por lo que se ve es el precio que hay que pagar por ser distintos, por estar distantes.

Pero ante esa realidad conviene subrayar que, nos guste o no, para que nos entiendan es necesario contar con equipos bien preparados, que sepan explicar nuestras razones y justificarlas. Por desgracia, si nos atenemos a lo visto en el Parlamento de Canarias esta semana, en un debate tan importante, se nos cae el alma a los pies. En pocos momentos el debate tuvo altura, dominó el vuelo bajo y los discursos del menudeo, que solo se posaban en polémicas localistas e insularistas, como si Canarias hubiera perdido de pronto su condición de nacionalidad y hubiéramos vuelto de nuevo a la vieja federación de islas del período pre-democrático.

Dicen que la política es siempre el reflejo de la sociedad que tenemos. Pero Obama dijo el pasado enero, en el debate del estado de la Unión: "La política debe reflejar lo mejor de nuestras sociedades; pero, desgraciadamente, muchas veces refleja lo peor".

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