Pocos meses antes de que se gestara la conocida como Marcha Verde, las tropas españolas sufrían el continuo acoso del incipiente movimiento independentista saharaui -Frente Polisario- y de las Fuerzas Armadas Reales marroquíes. Daba comienzo así una guerra de guerrillas que llegó a su punto álgido el 9 de mayo de 1975. Aquel día, la patrulla Pedro del Grupo de Tropas Nómadas caía emboscada cuando reconocía la zona de los alrededores de Amgala. A pesar de los rumores de una posible rebelión, lo habitual era que las patrullas que salían a recorrer el desierto contactaran con sus bases al menos tres veces al día. En este caso fue dos días después cuando la patrulla Domingo salió de Mahbes en busca de sus compañeros. También en esta unidad, los soldados españoles de origen saharaui se alzaron contra sus camaradas.

Nada hacía presagiar que esta segunda refriega se iba a saldar con la vida de un soldado español: Ángel del Moral Moral. Sus compañeros de unidad contaron tiempo después que Moral logró llegar hasta el todoterreno español y hacerse con su arma pero una bala de los desertores le alcanzó. Desde el suelo intentó volver a disparar pero la lluvia de metralla enemiga acabó con su vida.

Los rebeldes, encabezados por el cabo español pero de origen saharaui Bachir Uld Mohamed Nafta Uldis, reunieron a los 66 soldados -14 españoles y 52 saharauis- que componían ambas patrullas en Tindouf, Argelia, donde fue enterrado Moral. Según rememora en Tenerife uno de los soldados españoles que sufrió el secuestro, solo unos pocos de los soldados de origen saharaui se mantuvieron leales a España, el resto no solo desertó, sino que sometió a malos tratos físicos y psicológicos a los que hasta hacía poco habían sido sus compañeros.

Durante cuatro meses fueron sometidos a palizas. También tuvieron que sufrir el terror de enfrentarse con los ojos vendados a simulaciones de fusilamiento. Además de las vejaciones a las que fueron sometidos y las enfermedades, los 14 soldados españoles eran obligados a esconderse en los pozos excavados en el desierto para impedir que fueran localizados por la aviación que los buscaba.

Desde su residencia en Tenerife, este soldado retirado rememora cómo al mes de ser capturados los cuatro tenientes, dos sargentos, dos cabos y siete soldados españoles fueron trasladados a una base militar argelina. En ocasiones, cambiaban de lugar pero siempre se realizaban los traslados bajo la atenta vigilancia de los integrantes del Frente Polisario y del Ejército argelino.

Habían transcurrido 83 días de cautiverio cuando se les permitió recibir correspondencia de sus familiares. Además, recibieron la visita de una comisión de la ONU y fueron entrevistados por un equipo de la televisión de Argelia.

Aunque los pocos soldados de origen saharaui que se negaron a traicionar a España fueron liberados veinte días después de ser capturados, no fue hasta principios de julio cuando dos de los militares españoles fueron puestos en libertad por razones de salud. Se trataba de Vicente Blanco García, soldado del Ejército de Tierra de la patrulla Pedro, de 23 años, y Antonio Bauzá Alemany, de la patrulla Domingo, 22 años, herido en la captura. El sargento Daniel Fuentes Garrote renunció a regresar a España con ellos.

Los demás tuvieron que esperar durante otros dos largos meses para poder recuperar la libertad. En concreto, fue en la noche del 7 de septiembre cuando el grupo de soldados españoles abandonó el lugar en el que habían permanecido retenidos. Una guagua les transportó hasta un aeropuerto de Tindouf para viajar hasta Argel.

En la embajada española esperaba el entonces ministro de Asuntos Exteriores Pedro Cortina Mauri, quien les acompañó en su desplazamiento hasta Madrid. Una vez en la capital madrileña, los soldados fueron atendidos en el hospital militar Gómez Ulla. Tras recuperarse de las heridas, los jóvenes militares fueron recibidos por el entonces Príncipe de España Juan Carlos de Borbón, quien en aquellas fechas ostentaba la jefatura del Estado por los problemas de salud que ya padecía Franco.

El traslado de los restos mortales de Moral a su ciudad natal, Quintanilla del Agua (Burgos), el 23 de octubre de 1975, cierra este episodio de la historia colonial de España en África.