La tinerfeña Esperanza Regalado tenía 20 años cuando dio a luz de su hijo. Nació muerto, o eso le dijeron. Ahora sabe que el médico que le atendió en Santa Cruz le provocó una cesárea con la excusa de poder sedarla por completo. Con el tiempo, un día, casi 35 años después, sin tiempo para poder asimilarlo, un hombre contactó con ella a través de internet. La pregunta: "¿Tuviste un hijo que nació muerto? Soy yo".

Esperanza iba a ser madre soltera y con su edad, siendo tan joven, era la diana perfecta. Tuvo a su hijo en la clínica privada Felipe Coello, que se encontraba en la calle de La Rosa, en pleno centro de Santa Cruz de Tenerife. Cuando se despertó de la intervención el doctor le dijo que su hijo no había sobrevivido. Pidió los papeles para poder enterrarlo y aunque su hermana le ayudaba, el médico les aseguró que no se preocuparan. Él se encargaría de todo. Pero siempre tuvo la duda. Nunca vio el cuerpo ni de un bebé vivo ni tampoco muerto.

La historia, sin embargo, tiene un argumento paralelo pero con desenlace idéntico. Carlos Santana, en su casa de Las Palmas de Gran Canaria, revolviendo entre documentos familiares, halló una fotocopia de DNI de una mujer. No le dio demasiada importancia pero algo se le despertó dentro. Guardó el papel entre su teléfono móvil y el forro que lo protegía. Sin darse cuenta, casi por instinto, comenzó a investigar.

El 4 de julio de 2014 es una fecha que no se le olvidará nunca a ninguno de los dos. Carlos contactó con ella a través de Facebook. Las preguntas, más típicas de interrogatorio que de un intento de entablar amistad por internet, hacían referencia a si en algún momento Esperanza había estado en Las Palmas de Gran Canaria y si había dado a luz a algún niño que falleció durante el parto.

Al contestar, ella solo pudo desplomarse al suelo. Ahora, después de 35 años tiene un hijo nuevo. Y él, de hijo único, pasó a tener cinco hermanos.

Hace tan solo unos días, Esperanza fue a la comunión de su nieta en la capital grancanaria, algo que nunca imaginó. Solo piensa en disfrutar de su familia durante el resto de su vida. Aunque viven en islas separadas, dado que cada uno ha formado su propia familia, nadie impedirá que continúen siempre juntos. De poco importa el qué dirán o las razones que llevaron a su separación. Lo importante para ambos es recuperar el tiempo perdido, que ha sido mucho.