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Análisis Canarias, sin Plan Juncker

La segunda modernización

En 25 años, Canarias creó una economía tan especializada en el binomio turismo-construcción que nos hizo vulnerables ante la crisis - Ese viejo modelo productivo está agotado y no permite avanzar: el reto, los objetivos y las necesidades son otros

La segunda modernización

En los 25 años que van desde 1983, cuando se aprueba el Estatuto de Autonomía, hasta 2008, en que se inicia la gran crisis, Canarias tuvo que hacer frente a un reto histórico: construir una sociedad democrática y, paralelamente, desarrollar su autogobierno. Al mismo tiempo, logró modernizar su economía para avanzar desde el subdesarrollo al desarrollo. A este período histórico podríamos llamarlo el tiempo de la primera modernización de Canarias.

En ese tiempo dedicamos muchos de nuestros recursos a construir un sistema educativo y de salud, con instalaciones, tecnologías y especialistas de buen nivel y al que tuvieron acceso gratuito todos los ciudadanos. En estos 25 años pasamos de una renta por habitante de 4.000 euros a otra de 20.000 euros, que nos convertía en una sociedad desarrollada con el modelo social europeo. En 2007, nuestro PIB alcanzó los 42.000 millones de euros para una población de 2.100.000 habitantes. Pasamos de 300.000 trabajadores ocupados a 900.000, muy cerca del millón que nos habría colocado en el pleno empleo.

Organizamos una administración pública amplia y potente. En algunos momentos excesiva y no suficientemente eficaz. Pero que resultó decisiva para gestionar y planificar nuestro autogobierno. Nos dotamos también de unas infraestructuras de transporte y comunicaciones de primer nivel. Supimos aprovechar fondos propios y fondos europeos de desarrollo regional para vertebrar una amplia red de carreteras e infraestructuras hidráulicas, puertos y aeropuertos, claves para nuestra economía.

Hay que reconocer que no logramos un sector industrial de dimensiones suficientes para poder exportar, ni una agricultura moderna y diversificada que ha necesitado de amplias subvenciones y protección para sobrevivir. Quizá porque volcamos la mayoría de los recursos en el sector turístico. Eso sí, hemos construido una industria turística muy potente, líder mundial en nuestra especialidad.

El caso es que hemos creado una economía excesivamente especializada en el binomio turismo-construcción, lo que nos hizo particularmente vulnerables con la crisis. Y que se agravó con los recortes de inversión pública del Estado español. En el caso de Canarias fueron especialmente drásticos, vulnerando lo establecido por el Régimen Económico y Fiscal de las Islas. En carreteras, puertos, aeropuertos, planes de empleo, infraestructuras educativas y turísticas dejaron de invertirse 1.200 millones de euros en los cuatro años últimos que corresponden al Gobierno del Partido Popular. Solo en carreteras, el recorte fue de 745 millones de euros, mientras en el resto de España se continuaban con los carísimos programas de AVE y autopistas.

El agravio se hace mucho mayor si contamos los 2.500 millones de euros que nos han restado en cuatro años de la financiación de la educación, sanidad y servicios sociales. Todo ello nos colocó con los indicadores de desempleo, pobreza, abandono escolar y paro juvenil más altos de España. La crisis ha dejado una clara y amarga lección: no podemos contar con una economía de desarrollo sostenible, que genere empleo suficiente y de calidad, si no reformamos profundamente nuestro modelo productivo.

Una dura lección

A pesar de la dura lección, ahora algunos vuelven a empeñarse en que la única manera de lograr la recuperación es volver a las viejas recetas: liberalización del suelo y desbloqueo de las inversiones. Y así volver atrás a 'los tiempos gloriosos' de la burbuja inmobiliaria, de 'los pelotazos', como si esto fuera posible.

Es verdad que el sector turístico necesita desde hace años el desbloqueo de sus inversiones en instalaciones nuevas y de calidad, la renovación urgente y acelerada de lo viejo y una gran inversión de infraestructuras complementarias para mantener los destinos canarios en el más alto nivel competitivo.

Pero también es verdad que sería un desastre volver a la construcción de mala calidad, al negocio rápido, a la masificación y a la destrucción de espacios naturales de extraordinario valor paisajístico, ambiental y turístico.

Los nuevos retos

La gran crisis que aún sufrimos nos debería de servir, al menos, para comprender definitivamente que nuestro viejo modelo productivo está agotado y ya no sirve para avanzar. Nos sirvió para lograr el desarrollo medio de los 20.000 euros de renta por habitante; pero ya no sirve para alcanzar el nivel de los 40.000 a donde hay que llegar en una década.

Ahora el reto es distinto. Los objetivos y necesidades son otros. Debemos avanzar hacia un modelo productivo más equilibrado, a una economía moderna de productos y servicios de calidad. Una economía más competitiva e internacionalizada que cree un espacio económico propio en esta zona del Atlántico. Y que nos plantea cuatro grandes retos a los que hay que hacer frente con carácter inmediato. Con instrumentos y medios distintos a los del pasado y con una conciencia nueva que nos permita conquistar el futuro.

Entre estos cuatro retos destaca, en primer lugar, la revolución educativa y de todo el sistema de formación, de forma especial las universidades. Nuestro sistema educativo estaba bien para la sociedad de hace diez años, pero no prepara a nuestros jóvenes para insertarse adecuadamente en la sociedad de los próximos diez años. En ese tiempo todo será distinto: la economía, los trabajos y la capacitación que se necesita.

Es necesario, por tanto, una profunda transformación del sistema educativo que, sin duda, no se puede financiar con el presupuesto actual. Hay que incorporarle un mínimo de 400 millones de euros anuales más, hasta alcanzar el 6% del PIB canario, si queremos dar este salto histórico. Lo que compromete a toda la sociedad canaria a una lucha decidida para modernizar nuestros sistemas educativo y de salud cuando se negocie el nuevo modelo de financiación, que se discutirá el año próximo. Siendo realistas hay que preguntarse: ¿El asunto va por buen camino? ¿Estamos adoptando las estrategias adecuadas?

El segundo reto es la revolución digital. Angela Merkel dijo hace poco que "Europa va muy retrasada en este objetivo decisivo. Muchos países del mundo, sobre todo los asiáticos, nos han adelantado. Y esto hunde nuestra competitividad". Por eso Merkel insiste tanto en impulsar la Agenda Digital Europea. Y señala al Plan Juncker como uno de los instrumentos para conseguirlo.

Hace unos días, el director general de Telefónica decía que España está consiguiendo grandes avances en la digitalización de la economía del país, con la colaboración público-privada. Pero el país no incluye a Canarias. Nuestras islas apenas han iniciado sus programas de digitalización, que van a afectar a las empresas, en especial a las turísticas; al comercio; a la administración pública; a la enseñanza; a la sanidad y al conjunto de toda la actividad productiva. Pero, curiosamente, hace poco nos hemos enterado que Canarias ha quedado fuera del Plan Juncker. Simplemente porque el Gobierno Rajoy no nos incluyó en las propuestas que elevó a Bruselas el año pasado. Aunque aquí un representante empresarial justificó este lamentable olvido con la extraña afirmación de "la maraña burocrática impide que las Islas se beneficien en algo de los 315.000 millones de euros del Plan Juncker". Pero la realidad es que este plan cuenta con tres ejes principales: digital, energía e infraestructuras de transporte, en que interviene poco la famosa maraña.

El tercer reto es la revolución energética. Otro eje clave del Plan Juncker, al que no nos hemos presentado. Este asunto ha pasado a ser clave en la agenda global y europea después de los acuerdos de París de lucha contra el cambio climático. Una vez más hay que preguntarse: ¿por qué Canarias no ha preparado ambiciosos programas de digitalización y de energías limpias para convertirse en una plataforma importante de cooperación con África? Si lo hiciera se podrían atraer hacia las islas inversiones en capital, tecnología y talento de las grandes empresas mundiales especializadas en este sector.

Y esto nos lleva al gran tema de la internacionalización de Canarias, que es el cuarto reto. Todos los expertos coinciden en diagnosticar que de esta crisis no se sale solo con más demanda interna, sino exportando. Y para ello se necesitan incentivos económicos y fiscales adecuados, empresas potentes con vocación exportadora, un sistema logístico eficaz y competitivo y, sobre todo, clientes que nos compren nuestros productos y servicios porque de verdad los necesitan. Para lograrlo es imprescindible una reforma integral del REF y no reformas parciales y puntuales. Y una negociación global del estatus económico y fiscal de Canarias con el próximo Gobierno de España. ¿Nos estamos preparando para ello?

En definitiva, ¿nos estamos preparando adecuadamente para los grandes desafíos del futuro, para afrontar con éxito la segunda modernización de Canarias? La respuesta, por ahora, es No.

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