Hace 13.000 millones de años, pico más pico menos, estallaba el Big Bang en el marisco interestelar, una suerte de volador sordo que dio pie a la creación de los primeros átomos, a la posterior aparición de la luz y, tres mil millones de años después, a la formación de la Vía Láctea.
Estamos, pues, ante un universo que se desarrolla en un sistema temporalmente pachorrúo, dado que aún deben pasar otros 11.000 millones de años de puro aburrimiento para formar el planeta Tierra, en el que fue el primer episodio de modificación de contrato y presupuesto y retraso en la recepción de las obras de la historia universal.
Bien, una vez que cuaja la Tierra y se va refrescando el ambiente, comienzan a pulular las cianobacterias, que son los primeros organismos procariotas fotosintéticos con suficientes pelotas para vivir aquí y de los que se podría decir son los batataabuelos de nuestros políticos, y por ende de todas las personas de a ñoño que quedamos sujetas a su devenir.
Y estos mismos políticos patriotas, pero sobre todo procariotas, han sufrido desde diciembre un brusco frenazo en este natural mejorar del ciudadano iniciado sin prisas, pero tampoco sin pausas, cuando los seres humanos se separaron de los chimpancés hace de 5 a 7 millones de años, originando una vuelta a la casilla de salida, o regreso al cieno de la disputa electoral en la que nos ofrecen el mismo producto desechado hace seis meses, pero con un cambio del envase para prorrogar la fecha de caducidad.
Aquellos productos electorales, y por orden de las formaciones más votadas, engatusaban a la persona con lemas como España en serio, firmado por el Partido Popular, grupo que lo ha transformado para la presente campaña en la rarífica estructura gramatical: popular -A favor-, lo que confirma la involución de la humanidad en el manejo del lenguaje en tan corto periodo de tiempo.
En ese final del pasado 2015 electoral el PSOE proponía el no menos optimista Un futuro para la mayoría, sin intuir que ese futuro por venir no solo no sería el más corto futuro, sino también el más imperfecto futuro de la Democracia española.
La flamante marca de los socialistas para esta temporada primavera-verano, y al igual que ocurre con los populares, muestra de nuevo que medio año de inopia resulta criminal para la creatividad y el progreso: Un sí por el cambio, exactamente igual que el clásico Por el cambio que catapultó a la presidencia a Felipe González en octubre de 1982, de cuando los dinosaurios y el celacanto aún habitaban entre nosotros.
Lo que implica en consecuencia que los socialistas han necesitado 34 años y ocho meses para lograr añadir dos vocablos a lo mismo.
El caso de Podemos no va tampoco muy desemparejado, aunque quizá sea el más fiel a su concepto trascendental del llamado a urnas del pasado año.
En esa ocasión eligieron Un país, contigo Podemos. Si bien al no poder ni contigo ni sin ti en la que fue la primera incursión en la política institucional, les ha dado un conato de risa, o risa tonta, con el prospecto 2016 titulado La sonrisa de un país.La sonrisa de un país De continuar tendencia, y como en otros seis meses no logren gobierno, les quedará el folleto de descuentos Un país sin Ikeas en la mollera.Un país sin Ikeas en la mollera
Ciudadanos, que en aquel entonces observaba el panorama Con ilusión, según encabezaba el programa, tras el chasco lo ve con depresión, resumido en la nueva película solo para adultos Tiempo de acuerdo; Tiempo de acuerdotiempo de cambio. Con respecto a la palabra cambio se remite a lo ya expresado en el párrafo socialista, pero en cuanto a lo del tiempo todo el mundo está de acuerdo en que, además de que el tiempo está raro, hace un calor excesivo para principios de junio, pero poco más.
Porque en resumen, y para ir terminando de mojar el bizcocho en el cafeileche, ha sido precisamente la falta de acuerdo, la de no tomarse España en serio, la de no pensar en un futuro para la mayoría, en no poder con un país, y en generarse ilusiones fatuas para los propios partidos pero no para los ciudadanos, el motivo por el cual los votantes tendrán que dejar de hacer sus cosas un domingo para sacarles las castañas del fuego.
Y lo más tontolizante, a volver a soportar en un déjà vu los mensajes de una misma retórica que serán casi imposibles de distinguir si fueron lanzados hace medio año, antier o una hora menos en Canarias.
