Ni en la reciente encuesta del CIS ni en ninguna de las difundidas en las últimas semanas sobre las elecciones del día 26 se pregunta a los encuestados sobre su voto al Senado. Es muy probable que no se hará tampoco en las que estén por aparecer en esta nueva campaña electoral. A nadie parece interesarle el sentido del voto de los electores a la Cámara Alta. Y es que el resultado de esas otras elecciones se ha demostrado irrelevante a efectos políticos a lo largo de la historia democrática española por la sencilla razón de que el Senado ha devenido en una institución inoperante en el marco del sistema constitucional español.

A día de hoy, el Senado sigue siendo para una gran mayoría de ciudadanos sinónimo de jubilación dorada para políticos y cuyo presupuesto, de más de 15 millones este año, no se puede permitir el país. Sus protagonistas de los últimos años no han tenido que ver con grandes debates políticos o con iniciativas legislativas reseñables, sino con nombres vinculados a episodios de corrupción o malversación de fondos públicos: Miguel Zerolo, Rita Barberá, Luis Bárcenas, José Antonio Monago... han sido algunas de sus figuras mediáticas de los últimos tiempos.

Sin embargo, los partidos políticos han encontrado recientemente en esta Cámara un nuevo argumento de debate más allá del que se viene manoseando desde hace tiempo en relación con su necesaria reforma. Ante la fragmentación política y la ausencia de mayorías estables en el Congreso tras la fulgurante aparición de Podemos y Ciudadanos, las formaciones miran ahora al Senado como un nuevo teatro político desde donde proyectar su imagen pese a su irrelevancia para legislar o gobernar. Durante buena parte de las negociaciones en los meses pasados para intentar formar gobierno por parte del socialista Pedro Sánchez, el PP, que logró mayoría absoluta en el Senado el 20-D, le advirtió que le bloquearía allí cualquier programa radical que pudiera llegar a pactar con Podemos, a sabiendas sin embargo de que la última palabra siempre la tendría el Congreso.

Sobre esa premisa, el resto de formaciones ha tratado de reaccionar no solo para intentar acabar con la hegemonía política del PP, muy beneficiado por el sistema de representación en la Cámara Alta, sino sobre todo tener más presencia mediática y proyección pública en una plataforma que, con un Congreso sin control político, puede llegar a tener su importancia en el futuro. Con una sistema de elección de listas abiertas, esta es una de las razones por las que los partidos tradicionales han cambiado de estrategia en la designación de sus candidatos, apostando mucho más por perfiles jóvenes y muy cercanos a los ámbitos municipales y de movimientos sociales, con amplia presencia de mujeres. El mismo o similar perfil que el de los candidatos emergentes, y abandonando así en parte la costumbre de enviar allí a sus dirigentes en vías de jubilación. Es decir, a los partidos no parece preocuparles el Senado tanto en su función institucional o legislativa sino como herramienta de contrapoder al nuevo marco y novedosas dinámicas que se están implantando en la Carrera de San Jerónimo.

El próximo día 26 se elijen 208 senadores en el conjunto del Estado, cuatro por provincia más las islas y las ciudades autónomas. El elector elige directamente a sus candidatos, pero se da la paradoja que el sistema de elección de listas abiertas, mucho más democrático que el del Congreso, no tiene incidencia real sobre las decisiones de Gobierno. Cada vez más estudiosos constitucionalistas sostienen que si no se reforma de manera urgente y radical para que sea una verdadera cámara de representación territorial y con poderes reales en ese ámbito, lo mejor es que desaparezca. Hoy por hoy no añade nada al proceso legislativo ni al control del Gobierno, ya que de facto funciona como una mera comisión del Congreso .

Como cámara territorial, tampoco el Senado aporta en estos momentos ninguna prestación diferente a las de la Cámara Baja. Ni siquiera la Comisión de Comunidades Autónomas, con presencia de los representantes de los gobiernos regionales, tiene funciones específicas determinantes al respecto; Tampoco como sede de la Conferencia de Presidentes ha conseguido consolidarse tras estos últimos años de boicot del PP a las cumbres autonómicas.

Los candidatos del Senado en Canarias se plantean estas elecciones sin embargo como una oportunidad de hacer llegar hasta el debate estatal las problemáticas específicas del Archipiélago, con la posibilidad de plantear iniciativas, debates o preguntas al Gobierno central sobre aspectos muy concretos de la región, de una isla o de cualquiera de sus municipios. Más allá por tanto de la capacidad de operar cambios en esas cuestiones desde esa Cámara, lo importante para ellos es que se hable en Madrid, aunque sea a título simbólico, de esos asuntos. De esta herramienta han sacado partido algunos senadores canarios en los últimos tiempos, sobre todo los nacionalistas por tener más posibilidad de presentar temas propios, pero también algunos del PSOE o del PP que han peleado en sus respectivos grupos por incluir asuntos canarios en sus agendas parlamentarias.

En todo este contexto, los partidos vuelven a presentar ahora diversas propuestas de reforma del Senado sin que por el momento se vislumbre un cierto consenso sobre el sentido y la profundidad de la misma. Propuestas que van desde la supresión que defiende Ciudadanos para convertirlo en un Consejo de Presidentes, hasta la reforma parcial y muy limitada que sugiere el PP.