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Como Pedro por su casa

El candidato socialista a la presidencia recupera las campañas a la antigua, zaguán por zaguán - En una visita ficticia el hombre se viene abajo confesando su solitario trajinar

Pedro Sánchez

Como sabrán el candidato del PSOE, Pedro Sánchez, ha iniciado una campaña a la antigua usanza que consiste en ir casa por casa para pedir el voto, y de paso echarse un rato en el tresillo.

Sólo unos pocos elegidos han disfrutado de estos encuentros domésticos, entre los que me hallo.

Fue ayer a las nueve menos diez de la mañana, cuando sin previo aviso tocan el timbre, misma hora y día en el que también suele llegar el hombre de la caja del agua, en una infeliz coincidencia que hizo que apretara el botón de abrir la cancela sin preguntar quién coño quería traspasar el zaguán.

En vez del familiar tintineo de botellas se escucha desde el trono de deponer un zapateo en el pasillo que se apaga cuando alguien pregunta con voz de postulante: "¿hay algún amable votante aquí?"

Dios. Y yo sin chanclas. Asomo la cabeza por la jamba en la clásica maniobra evasiva para no dar la impresión de estar con el culo al aire y ahí estaba él, con papeles y todo, como un testigo de Jehová. Y lo que es peor, sin la caja del agua.

"Soy Pedro, que vengo a proponerle un proyecto ilusionante por y para la mayoría". "Pues esto se avisa, hombre, para organizar un poco el cuarto de estar y el fregadero", le recrimino.

El tal Pedro sigue hablando mientras tiento el agua para ponerla tibia, se cuela en el baño y se asoma el tío de un metro noventa a rente de la mampara de la ducha, y con una taza de café para preguntarme si no tengo edulcorante, porque el azúcar le sube la tensión sistólica, según leyó en la revista Muy Interesante, mientras le abre la jaula al agapornis, Señor Binter. Se lo posa en el hombro.

Como lo veo tan suelto, tan Pedro por su casa, aprovecho para que me enjabone la espalda. Y oiga, mano de santo. "En mi época del Estudiantes", ilustra, "nos jalbeamos entre nosotros para hacer equipo, sabessss, y es esto lo que quiero hacer contigo, crear un alegre equipo de valientes votantes que lidere una España de primera".

"Ya, ya, ya", le contesto, "pero ahora están ustedes en tercera, amigo, que lo dice el CIS. Ammm, se pusieron a bobiar con Ciudadanos y mira tú por dónde, inglés. Y no aprietes que me haces cosquillas, y coge el suavizante, el del bote beis".

"Pero es que no me quedaba otra, no querían juntarse conmigo, por eso dejé el baloncesto también, porque ni siquiera me pasaban la pelota. Te confieso que tu agapornis es el primer ser animado que confía en mi hombro".

"¿En serio? ¿Y no enjabonas a más nadie?, le pregunto perplejo con el agua escurriendo.

"Noooo, no, yo a estos efectos soy como..., como un neoCalimero socialista", me contesta con síntomas de añusgamiento.

Es ahí que le paso la toalla a Pedro. Un hombre como un castillo haciendo pucheritos, no es un plato que se coma frío. Y menos después de haberlo duchado a uno.

Le saco unos tiramisús rellenos con un viaje de merengue para ver si se anima. Me rechaza la ocurrencia, que el merengue, dice, le recuerda al himno del PP. ¿Y un zumo de naranja?, que tampoco, que es del color de Ciudadanos. Hasta le propongo que si quiere 'podemos' ir al sótano a echar un futbolín. Y que tampoco, por el verbo.

Es entonces cuando le canto, por probar, Susanita tenía un ratón, un ratón chiquitín. Que ya fue cuando hubo que llamar a los del 112.

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