La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La visita al mercadillo

La inocente gira a la lonja esconde un eficaz semillero de votos

La visita al mercadillo

Uno de los clásicos de cualquier campaña electoral que se precie es la visita al mercado, donde las lechugas y los tomates.

Un ejercicio práctico, en el que el candidato y cohorte no sólo pueden llenar la cesta de la compra, sino también llevarse un cartucho de votos a la nevera. Puede que este trajín se remonte a los tiempos de la Grecia clásica, de cuando Heródoto y Tucídides o, más bien, Diógenes el Cínico.

Pero en cualquier caso, tampoco es un camino de rosas. En los últimos años hay cosas gordas que han ocurrido en el mercado en modo electoral, unas veces protagonizadas por la clientela, otras por los puesteros, las más por los políticos y, en ocasiones, muy contadas, por el propio producto.

Como le ocurrió el pasado diciembre a Alberto Núñez-Feijoo en el muy coqueto Mercado de Abastos de Santiago, el segundo punto más visitado de la ciudad, después de su catedral. No se sabe muy bien si por desconocimiento del animalito o por un exceso de enralamiento, el caso es que el popular puso la mano a tiro de una centolla vivita y coleando, llevándose un centollazo en la mano. El susto fue de tal calibre que un señor al parecer tan educado como Núñez-Feijoo se le escapó un "¡joder, qué cabrona ésta, eh!"

Otras veces la gira a la lonja puede resultar diametralmente opuesta al fin inicial y tener que escapar echando mixtos. Rita Barberá, en las elecciones de la Comunidad Valencia del pasado año, tuvo que salir con el moño rodado del mercado de Ruzafa. Era ya su cuarto mercado en apenas días. De entrante un puestero ni aceptó su mano y mucho menos su papeleta, un gesto que actuó de mecha para una creciente ola de abucheos cuyo origen, según su peculiar visión de la realidad, se debía a todo "un complot de la oposición", sin más datos científicos que avalaran la teoría. Con todo siguió de mercado en mercado, porque allí es "donde recibo más cariño", lo que hace suponer que en casa debe vivir un ambiente terrorífico.

Con todo, este capítulo electoral tiende a la normalización. Los autores del libro Queda inaugurado..., este seto, de los periodistas Alba Giner, Berta Comas y Javier Lafuente, y que recoge la sustancia del surrealismo político en campaña, recogen la mecánica de las primeras visitas al mercado, sin orden, agenda ni concierto, de modo que a veces coincidían todos los candidatos en un único mercado, "y ahí la pugna era terrible por ver quién llamaba más la atención".

Pero, ¿por qué? Ricardo Amado Castillo, consultor de comunicación política, y autor del ensayo Conquistar un voto a la vez, de la revista Beerderberg, sostiene que "los votantes están molestos con candidatos distantes que evidencian incapacidad de comprender el día a día de la gente. Los ciudadanos", sentencia, " quieren ver liderazgos cercanos que bajan a la tierra, que escuchan, que caminan la calle y conocen los problemas".

Esto rige con el mercado, o con la visita puerta a puerta, con unos resultados rotundos que, según el colaborador en campañas de cinco países, implica que 100 o 200 interlocutores directos podrían conversar con 100,000 o 200,000 electores en sus hogares en un lapso de 5 a 6 meses. De ahí que cuando usted vea a un amable político preguntando por el precio de los pepinos, en realidad se trata de un candidato haciendo cuentas.

Compartir el artículo

stats