Las preferencias en los pactos parecen que ya están empezando a quedar claras. El líder de Ciudadanos, Albert Rivera, deja claro que no quiere a Mariano Rajoy ni en pintura y Pablo Iglesias, por su parte, le hace ojitos a los más granado del PSOE. "Solo le queda afiliarse", espetó Susana Díaz al enterarse.

El líder de la formación naranja fue ayer claro y rotundo durante un acto en Barcelona al asegurar que no facilitará con su abstención un Ejecutivo que encabece el candidato del PP por considerarlo inadecuado para liderar el nuevo tiempo que debe abrirse en España. "Hay un fin de ciclo y hay que cambiar de entrenador", afirmó Rivera tras responder, por primera vez, con un no rotundo a la pregunta de si Ciudadanos, con su abstención, facilitará que Rajoy siga en el Gobierno.

Rivera contribuye así -cuando está a punto de completarse la primera semana de campaña electoral, después de que la pregunta sobre sus alianzas futuras se haya convertido en una constante en sus apariciones públicas- a despejar dudas sobre la política de pactos que seguirán los cuatro partidos ante el pronóstico de las encuestas de que ninguno de ellos tendrá el respaldo suficiente para gobernar en solitario y necesitará la concurrencia de algún socio. Su rechazo a Rajoy es coherente con la posición de Ciudadanos durante la fallida y breve legislatura pasada, al reclamar con insistencia al PP la necesidad de otro candidato si quiere abrir vías de acuerdo.

En el debate a cuatro del lunes pasado, Albert Rivera intentó de nuevo abrir la brecha entre el PP y Rajoy al pedir al candidato popular que reflexiones y se aparte para "evitar que el populismo siga creciendo". Pero ayer el rechazo fue más contundente y el número uno de Ciudadanos dejó claro que no quiere que Rajoy siga gobernando y su grupo votará en contra del candidato del PP si insiste en ser el presidente.

Rivera aseguró que sí está dispuesto a pactar con el PP si además del cambio de Rajoy introduce otras reformas. También lo haría con el PSOE, dijo, si van en esa línea de regeneración, pero, si no quieren hacerlo "que pacten entre ellos para que las cosas sigan igual".

El candidato de En Comú Podem Xavier Domènech restó credibilidad al anuncio de Rivera "porque se ha demostrado que puede decir A, B y C y después hacer D". Domènech recordó que "al final de la campaña anterior ya dio a entender que apoyaría al PP; después, como no sumaba, entró en negociaciones con el PSOE y bloqueó la posibilidad de un gobierno del cambio. Ahora dice que el pacto con el PSOE está enterrado y al mismo tiempo que no apoyará al PP si está Mariano Rajoy".

Por su parte, la vicepresidenta de Estudios del PP, Andrea Levy, alertó ayer del "grave riesgo" que supondría para España un gobierno "a la valenciana" porque significaría aplicar "la misma receta" que en la Comunitat Valenciana : "imponer su ideología" y "su propia manera de pensar".

Que el secretario general de Podemos, Pablo Iglesias, no pasa desapercibido quedó ayer claro una vez más al revelar que suele consultar con el expresidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero algunas "dudas", pues le resulta "solvente y humilde" y, en definitiva, "el mejor presidente" de la democracia.

Sobre la socialdemocracia, Iglesias afirmó que se la terminaron de "cargar" el británico Tony Blair y el alemán Gerhard Schröeder con sus terceras vías, que en España "tanteó Borrell", y que el comunismo, hoy, "es un lenguaje que a la gente le suena a chino".

La andaluza

Las revelaciones de Iglesias sobre su proximidad con Zapatero provocaron que Alberto Garzón, el líder de Izquierda Unida -federación con la que Podemos acude en coalición el 26-J en Unidos Podemos-, marcara distancias, al recordar las medidas que adoptó en su última etapa en el Ejecutivo, con recortes y rescates bancarios: "No podemos corroborar que esto sea una buena política", dijo Garzón. La líder del PSOE andaluz, Susana Díaz, optó por la ironía al afirmar que "lo que le queda al señor Iglesias es afiliarse al PSOE".

Claro que también recordó, ya en tono más serio, que Iglesias es el mismo que "decía que Zapatero era el culpable del artículo 135, que se había vendido a la Troika" y que era "prácticamente el culpable de todos los males".

Con todo, le dio la bienvenida al reconocimiento de los esfuerzos de Zapatero en "un momento muy complicado" pero ha dicho no estar dispuesta "a que nadie nos arrastre a un dilema falso de que sólo hay dos caminos", teniendo que escoger entre el Partido Popular y Podemos.